Pasaba todos los días y allí estaba la maceta, en un rincón de la casa, verde brillante, con sus hojas extendidas y anchas. Era una spatifhilium que parecía ser autosuficiente y no necesitaba nada. Un día me fijé: ¿qué le pasaba?
Sus hojas lacias caían desmayadas sobre el suelo; intenté enderezarlas, volverlas a poner como estaban, pero flácidas caían buscando algún apoyo… ¡Qué raro! Si hace unos días estaba bien… Hace frío, es invierno; pero está a cubierto de la helada y del relente, la sala está caliente…, lleva ahí mucho tiempo, está acostumbrada… ¡Qué le pasa!
Haciendo pesquisas al fin toqué la tierra de su tiesto: ¡estaba seca!, ¡ni rastro de humedad! Inmediatamente busqué la regadera, la llene de agua, vertí un poco y esperé un tiempo… Poco a poco se fue levantando, se estiró y recuperó su puesto.
Me acordé que Jesús y la samaritana tenían sed: ambos fueron a buscar agua a un pozo. Jesús le pidió un poco de agua a la samaritana, pues él no tenía con qué sacar el agua, pero ella le ofreció todas las quejas, dudas y protestas que tenían los samaritanos contra los judíos. Jesús, inmutable, le explicó, le aclaró y le ofreció el agua misteriosa que él llevaba, y que era la que la samaritana necesitaba. Ambos quedaron finalmente saciados sin ni siquiera haber probado el agua. Me da la impresión que, a veces, la necesidad se disfraza, y se entiende así que nos desconcierte que Dios no siempre da lo que le pides, sino lo que necesitas. (Paco Luzón)
Sus hojas lacias caían desmayadas sobre el suelo; intenté enderezarlas, volverlas a poner como estaban, pero flácidas caían buscando algún apoyo… ¡Qué raro! Si hace unos días estaba bien… Hace frío, es invierno; pero está a cubierto de la helada y del relente, la sala está caliente…, lleva ahí mucho tiempo, está acostumbrada… ¡Qué le pasa!
Haciendo pesquisas al fin toqué la tierra de su tiesto: ¡estaba seca!, ¡ni rastro de humedad! Inmediatamente busqué la regadera, la llene de agua, vertí un poco y esperé un tiempo… Poco a poco se fue levantando, se estiró y recuperó su puesto.
Me acordé que Jesús y la samaritana tenían sed: ambos fueron a buscar agua a un pozo. Jesús le pidió un poco de agua a la samaritana, pues él no tenía con qué sacar el agua, pero ella le ofreció todas las quejas, dudas y protestas que tenían los samaritanos contra los judíos. Jesús, inmutable, le explicó, le aclaró y le ofreció el agua misteriosa que él llevaba, y que era la que la samaritana necesitaba. Ambos quedaron finalmente saciados sin ni siquiera haber probado el agua. Me da la impresión que, a veces, la necesidad se disfraza, y se entiende así que nos desconcierte que Dios no siempre da lo que le pides, sino lo que necesitas. (Paco Luzón)
Me gusta eso de que la necesidad a veces se disfraza. Un abrazo
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