Terminado el curso, con los peques y no tan peques en período de vacaciones, ha entrado una FIEBRE en nuestros cuerpos y en nuestras familias. El tema central es el de las VACACIONES. Algunos, en plan familiar, con todo lo que ello conlleva de preparativos, de traslados, etc.; otros, buscándose sus propios caminos, sin “trabas” familiares y abiertos “a lo que salga”, otros, acaso, por imponderables de la vida, resignándose a “esperar” otra oportunidad que no se sabe cuándo llegará. El tema resulta recurrente; a veces, hasta visceral, porque da la sensación de que nadie quiere ser menos que los demás.
El ritmo de vida nos está abocando a un estilo que realmente necesita de “escapes”, para descargar toda la tensión acumulada a lo largo de los meses, de los distintos compromisos, y busca esos “oasis” donde sean posibles los pequeños o grandes “milagros” que tonifiquen nuestra vida, a veces para “seguir tirando”, en otras, para rehacer en serio nuestra precaria situación, estresante y peligrosa, en tantos aspectos.
Cuando se sigue planteando el modo de esos días de descanso y vacación, a mí se me encienden las “luces de alarma”. Que… ¿por qué? Simplemente, escuchando los “proyectos” que se están programando. Los enormes desplazamientos, con muchas horas de viaje; los innumerables “compromisos” que van a tener lugar cuando se llegue a destino; las interminables “horas solares” de la playa, y un largo etcétera que enfervoriza al personal…
Detrás de todo ese “montón de proyectos”, descubro que queda muy poco tiempo precisamente para eso, para la VACACIÓN, para el DESCANSO. ¿O será que después de “estas vacaciones”, habrá que programar otras para descansar y recuperarnos del cansancio que ha acumulado nuestro pobre y castigado cuerpo? ¡Qué paradoja!
Es posible que algunos penséis que el que escribe esto es un amargado porque no puede “ir de vacaciones”. Sí me gustaría brindar por unas “vacaciones más humanas” que sirvan para descansar y recuperarse física, psicológica, anímica, familiar, relacional e, incluso, espiritualmente. Algunos apuntes:
- con tiempos de relajación: descanso más prolongado, para recuperarse de la marcha forzada del ritmo de vida…
- con tiempos para el encuentro: con la familia, con los amigos… para compartir la vida, las inquietudes, los proyectos de futuro…
- con tiempos para el paseo tranquilo con la persona que amas y con la que te has unido o vas a unir tu vida y tus proyectos; en un ambiente que favorece la comunicación de vida…
- con tiempos para la lectura, más allá de las revistas del corazón o del periódico, con sus “eternas y repetidas” (por desgracia) noticias de siempre. Y si la lectura es compartida… ¡más enriquecedora!..
- con tiempos y momentos para la fiesta con los tuyos, con los “amigos de siempre” y que en tantos momentos… ¡tanto bien nos han hecho! Encontrarse con los “orígenes” es muy saludable y tiene un don recuperador…
- con tiempo para disfrutar de la naturaleza y con tantos otros dones que nos ofrece a raudales, y que en la vida de cada día nos resulta complicado descubrirlos, saborearlos y hacerlos nuestros…
- con momentos para el cuidado espiritual, porque eso le da un TONO especial a nuestra vida. “Espiritual” no es sinónimo de “ñoño”, sino una vida con “espíritu” sano, abierto, con sentido, iluminado.
Podríamos añadir “notas” a esta reflexión. Si tú ya vives tus vacaciones con un “estilo” propio y que merece la pena… ¡me alegro! Olvídate de todo esto y… ¡feliz descanso!
juanjauregui.es
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