miércoles, 7 de marzo de 2012

CLARA DE ASÍS, MAESTRA DE VIDA

Cuando Clara acudió a Francisco para ser ayudada en su discernimiento vocacional, la guió por el camino de la humildad. Ella se consideró muy feliz porque en la minoridad encontraba la respuesta a la voluntad del Señor para su vida.
  También nosotros, seguidores de Santa Clara, nos sentimos interpelados a vivir, como ella, el mensaje evangélico de la minoridad. Desde el encuentro del Señor y con la compañía de la Iglesia, vamos creciendo y madurando en la experiencia de fe cristiana.
  La minoridad de Clara se recuerda frecuentemente durante el proceso de su canonización. Muchos testimonios afirman que “entre las hermanas era la más humilde de todas, sometiéndose aun a las más humildes y despreciándose siempre a sí misma”.


La minoridad determina nuestra forma de comunicarnos con Dios, con los demás y con todo lo creado. Es, por tanto, la manera de ser y de obrar de Santa Clara en la Iglesia y en el mundo.
  La humildad de la Encarnación le reveló a Santa Clara, por medio de San Francisco, la grandeza del amor del Dios-Hombre, que se dignó hacerse uno de nosotros y quiso compartir la condición del más pobre ente los pobres. En la Pasión de Cristo, descubre la obediencia amorosa del Hijo de Dios, que no claudicó ante el dolor, la humillación y el abandono de los discípulos, sino que abrazó todo eso para redimir la humanidad. También comprendió que este amor de Dios se renueva y se manifiesta constantemente en la celebración de la Eucaristía.
  La minoridad, en tiempos de Santa Clara y también hoy, es una especie de profetismo en una sociedad que ambiciona el poder. A través de esta actitud era como ella evangelizaba. Con su estilo de vida demostraba que todo cuanto somos y tenemos proviene de Dios y nosotros no tenemos nada de qué vanagloriarnos. Vivir la minoridad significa vivir en agradecimiento a Dios, único bien y única fuente del bien, y restituírselo todo.

Preparando la cuaresma
Para nosotros, la minoridad es la manifestación visible de la conversión cuaresmal. Queremos prepararnos para celebrar la Pascua de Jesús siguiendo el camino de la sencillez y humildad.
  Disponemos de 40 días por delante para atravesar el desierto de nuestros egoísmos y temores y subir al monte del Señor, al lugar donde encontraremos con Dios, con nosotros mismos y con los demás. Empezar la Cuaresma es iniciar, con esfuerzo, la “ascensión” hacia la cumbre solemne de la noche pascual. Desde la meta de la Resurrección del Señor, es como se nos irá iluminando nuestro camino cuaresmal.
  Queremos seguir los pasos de Jesús, seguir la humildad y pobreza de nuestro Señor Jesucristo. Queremos identificarnos con Jesús, que por nosotros, se hizo menor. Queremos aprender de Jesús, tal como nos enseña Santa Clara, a ser menores en nuestra relación con Dios, con los demás, con el mundo y con nosotros mismos. Queremos ser hermanos de todos, servidores de los pequeños e indefensos, sin ambicionar el poder y el honor, sino buscando siempre la ayudar a quien nos necesita y pasar desapercibidos. (Domingo Añó)

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