miércoles, 24 de abril de 2024

ORACIÓN COMUNITARIA DE ABRIL

Haz clic en la imagen para acceder a la oración comunitaria para este mes.

domingo, 21 de abril de 2024

ORDENACIÓN SACERDOTAL DEL HERMANO NACHO

Ayer 20 de abril, Día de la Divina Pastora, el hermano Nacho Moreno recibió la ordenación sacerdotal de manos del Cardenal Seán Patrick O'Malley, capuchino y arzobispo de Boston, que se encontraba en España para recibir el doctorado honoris causa por la Universidad de Salamanca.

El hermano Nacho estuvo acompañado por su familia, amigos y varios hermanos venidos desde distintas fraternidades de la Provincia. Recordamos que Nacho es hermano de sangre de Javier, otro capuchino que actualmente se encuentra cursando estudios de teología dogmática en Roma.

Deseamos a Nacho una fructífera vida de servicio a través de su ministerio sacerdotal y le invitamos a participar en nuestras actividades de Pastoral juvenil para disfrutar de su compañía y carisma.

¡Felicidades Nacho, que el Señor te siga bendiciendo!

Nacho Moreno (a la izquierda) junto al Cardenal O'Malley y Javi Moreno

martes, 16 de abril de 2024

TRES MIRADAS A LA PASCUA DE URBASA

Sorprende en el evangelio del primer domingo de Pascua que no aparezca Jesús resucitado, ni ningún personaje como un ángel anunciándolo. Pero sí hay tres protagonistas que tienen tres formas diferentes de mirar el sepulcro vacío que me parece que pueden ser tres formas de interpretar lo que hemos vivido en Urbasa, en la Pascua joven 2024 de los capuchinos.

La primera es María Magdalena, al ver que han quitado la losa, sale corriendo e interpreta precipitadamente que “han robado el cadáver”. También nosotros podemos tener una interpretación precipitada y superficial de lo que hemos vivido diciendo, que “me lo he pasado muy bien” o “qué maja la gente”, que puede ser cierto o no, pero que no va al fondo de la cuestión, al significado profundo de lo que ha ocurrido.

El segundo protagonista es Pedro que no se limita a ver lo que ha descubierto María –la losa corrida- sino que entra en el sepulcro, investiga y se da cuenta que las vendas están en el suelo y que el sudario está enrollado –ordenadamente- en sitio aparte, lo que parece incompatible con un robo precipitado. Pero Simón Pedro no saca ninguna conclusión de lo que ve. Éste, podría reflejar los que preguntamos a los jóvenes qué les ha gustado más de la Pascua, pasamos un formulario de evaluación y entresacamos aciertos y errores de organización a los que responsabilizamos del éxito o no de la Pascua, pero no vamos más allá.

El tercero es el discípulo amado que deja entrar primero a Simón Pedro, ve lo mismo que él, pero va más allá y cree que Jesús ha resucitado. Los tres han visto, pero sólo el último ha advertido el significado profundo de lo sucedido. Este discípulo, al ver lo que hemos vivido nosotros, también diría que el Espíritu de Jesús ha estado en Urbasa, y no ha dejado de moverse entre sus participantes. ¿Cómo, cuándo? En el desierto nos ha abierto el corazón para darnos cuenta de la riqueza e inmensidad de nuestro interior. Nos ha ayudado a desahogarnos con las lágrimas y a recuperarnos con el consuelo de los demás. Nos ha dado fortaleza para seguir adelante, aunque haya habido momentos de congoja. Nos ha llenado de alegría en las celebraciones, comidas, ensayo de cantos, bailes, etc. Nos ha estremecido al dirigirnos al mismo Jesús “de tú a tú”. Nos ha regalado el silencio cuando nos desbordaba lo que estábamos escuchando o viviendo. Nos ha acercado al compañero o compañera cuando veíamos que lo estaba pasando mal. Nos ha dado su inteligencia para comprender mejor lo que significan las heridas de Jesús y las propias. Nos ha movilizado para ayudar en las tareas de la casa, que otras veces se nos hacen tan pesadas.

Parece que sí, que el Espíritu de Jesús ha estado con nosotros. Puede ser una buena “traducción” de lo que otras veces llamamos “la magia de la puerta roja”; ¿te parece?

Javi Morala, capuchino

jueves, 11 de abril de 2024

ROSTROS DE RESURRECCIÓN

¿Quién no ha sido Tomás en algún momento de su vida? ¿Quién no ha intentado medir y probar a Dios? Lo cierto es que, este pasaje de la resurrección podría hacernos pensar que quizás Tomás no era el más entregado o el más fiel a su Maestro.

Sin embargo, un poco antes, en el Evangelio se relata la intención de Jesús de ir a Betania a resucitar a Lázaro, poniéndose así en peligro. Todos los apóstoles consideraban que era muy arriesgado, que ponían en riesgo su vida. Por lo tanto valentía y fidelidad no le faltaban a Tomás, que no le importaba morir en el intento de acompañar a Jesús.

Esto me lleva a pensar que lo que quizás sí faltó no estaba sólo en él, sino en los discípulos que pudieron ver a Jesús resucitado. Les faltó esa fuerza al transmitir el mensaje, entusiasmo alegría desbordante en sus caras, esperanza, salvación. ¿Por qué si no Tomás hubiera dudado? Puede que efectivamente tuviera una crisis de fe como nos ocurre a todos, pero quizás sus compañeros no mostraran con suficiente alegría esta buena nueva.

Por tanto, es necesario expresar esta alegría de la resurrección de un modo sencillo y sincero. Que nuestros gestos, actitudes y nuestra manera de vivir expresen de tal manera que Jesús vive y reina, que las personas que tengamos enfrente no duden ni por un segundo que Jesús ha resucitado y está vivo ahora y siempre, esperando a que le abramos las puertas de nuestro corazón.

Ojalá que esta alegría se reflejara de tal modo en nosotros que, si Tomás estuviera entre nosotros y le contásemos que Cristo ha resucitado, nos creyese, no tanto por pruebas empíricas o racionamientos, sino por el brillo en nuestros ojos, y la alegría, la paz y la esperanza de nuestro rostro.

Irene Parada

martes, 9 de abril de 2024

RATIO FORMATIONIS: LA FRATERNIDAD

El Señor me dio hermanos (Test 14). A Francisco le fue revelado que para poder vivir como Jesús son imprescindibles los hermanos. Dios nos ha creado diversos e irrepetibles, únicos. La fraternidad no niega la identidad personal, al contrario, la protege del individualismo; no destruye la persona, sino que la enriquece, regalándole un espacio más amplio. Nuestra identidad de hermanos se construye solamente desde la relación.

El proyecto de Clara y Francisco consiste en seguir a Jesús como hermanos y hermanas, a través de estilos diferentes y complementarios. Mientras que Francisco recupera el modelo apostólico (itinerancia, predicación y fraternidad), Clara se centra en la escucha y el servicio a Jesús, al estilo de Marta y María en la casa de Betania.

Nuestra identidad carismática se expresa en el modo de vivir las relaciones. La pobreza nos centra en lo fundamental, evitando que las cosas materiales se conviertan en obstáculos entre nosotros: Y aquellos que venían a tomar esta vida, daban a los pobres todo lo que podían tener y no queríamos tener más (Test 16-17). Todos los hermanos son iguales: corresponde a todos trabajar con las propias manos, la predicación no es exclusiva de los clérigos, el lugar de origen no cuenta.

La fraternidad garantiza la libertad y propicia la gratuidad en las relaciones interpersonales, que exigen, de modo incondicional a todos los hermanos, la renuncia a cualquier tipo de poder. Para Francisco, sin libertad, sin creatividad y sin responsabilidad no existen verdaderas relaciones fraternas: Cualquiera que sea el modo que mejor te parezca de agradar al Señor Dios y seguir sus huellas y pobreza, hazlo con la bendición del Señor Dios y con mi obediencia (CtaL 3).

Las dificultades experimentadas por Francisco en las relaciones fraternas hacen creíbles las palabras que dirige a un hermano que le pidió ayuda: los problemas fraternos no se resuelven huyendo a un eremitorio ni deseando que los otros sean mejores cristianos. Solo así se abren espacios de gratuidad que nos libran del ansia de expectativas y de dominio. El secreto para vivir a la altura de estas exigencias está en la contemplación, espacio irrenunciable en el que nuestros ojos se cargan de misericordia: Que no haya hermano en el mundo que haya pecado todo cuanto haya podido pecar, que, después que haya visto tus ojos, – no se aleje jamás de ti - sin tu misericordia (CtaM 8).