martes, 16 de abril de 2024

TRES MIRADAS A LA PASCUA DE URBASA

Sorprende en el evangelio del primer domingo de Pascua que no aparezca Jesús resucitado, ni ningún personaje como un ángel anunciándolo. Pero sí hay tres protagonistas que tienen tres formas diferentes de mirar el sepulcro vacío que me parece que pueden ser tres formas de interpretar lo que hemos vivido en Urbasa, en la Pascua joven 2024 de los capuchinos.

La primera es María Magdalena, al ver que han quitado la losa, sale corriendo e interpreta precipitadamente que “han robado el cadáver”. También nosotros podemos tener una interpretación precipitada y superficial de lo que hemos vivido diciendo, que “me lo he pasado muy bien” o “qué maja la gente”, que puede ser cierto o no, pero que no va al fondo de la cuestión, al significado profundo de lo que ha ocurrido.

El segundo protagonista es Pedro que no se limita a ver lo que ha descubierto María –la losa corrida- sino que entra en el sepulcro, investiga y se da cuenta que las vendas están en el suelo y que el sudario está enrollado –ordenadamente- en sitio aparte, lo que parece incompatible con un robo precipitado. Pero Simón Pedro no saca ninguna conclusión de lo que ve. Éste, podría reflejar los que preguntamos a los jóvenes qué les ha gustado más de la Pascua, pasamos un formulario de evaluación y entresacamos aciertos y errores de organización a los que responsabilizamos del éxito o no de la Pascua, pero no vamos más allá.

El tercero es el discípulo amado que deja entrar primero a Simón Pedro, ve lo mismo que él, pero va más allá y cree que Jesús ha resucitado. Los tres han visto, pero sólo el último ha advertido el significado profundo de lo sucedido. Este discípulo, al ver lo que hemos vivido nosotros, también diría que el Espíritu de Jesús ha estado en Urbasa, y no ha dejado de moverse entre sus participantes. ¿Cómo, cuándo? En el desierto nos ha abierto el corazón para darnos cuenta de la riqueza e inmensidad de nuestro interior. Nos ha ayudado a desahogarnos con las lágrimas y a recuperarnos con el consuelo de los demás. Nos ha dado fortaleza para seguir adelante, aunque haya habido momentos de congoja. Nos ha llenado de alegría en las celebraciones, comidas, ensayo de cantos, bailes, etc. Nos ha estremecido al dirigirnos al mismo Jesús “de tú a tú”. Nos ha regalado el silencio cuando nos desbordaba lo que estábamos escuchando o viviendo. Nos ha acercado al compañero o compañera cuando veíamos que lo estaba pasando mal. Nos ha dado su inteligencia para comprender mejor lo que significan las heridas de Jesús y las propias. Nos ha movilizado para ayudar en las tareas de la casa, que otras veces se nos hacen tan pesadas.

Parece que sí, que el Espíritu de Jesús ha estado con nosotros. Puede ser una buena “traducción” de lo que otras veces llamamos “la magia de la puerta roja”; ¿te parece?

Javi Morala, capuchino

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