Siempre llamé hermanos a los que vivían en mi casa conmigo y con mis padres desde pequeña, vaya los de sangre; y escuchaba en catequesis eso de que Jesús le dijo a Juan en la cruz ahí tienes a tu madre... por María, y a María ahí tienes a tu hijo, por Juan... por esa regla de tres nosotros somos hermanos, nos decían...
Pero yo no lo sentí hasta que entré en la Familia franciscana y conocí a esos hermanos en la fe que han sido y son apoyo en mi vida , unos cerca y otros que están lejos por las circunstancias pero sintiéndolos conmigo: llamadas necesarias en momentos duros, ese corazón cuando palpita por lo tuyo como suyo, esa disposición para lo que necesites, ese tener su casa en otra provincia y sabes que es también tuya porque te reciben siempre bien...
Que agradecida estoy a Dios de pertenecer a esta gran familia, de ponerme a mis hermanos de sangre primero y a los de fe después en mi camino para andar con ellos la vida, porque todo es mejor acompañada con hermanos, sólo espero estar a la altura de todos y cada uno de ellos, y ser esa hermana en el camino. Siempre Gracias.
Amaya Perales
No hay comentarios:
Publicar un comentario