miércoles, 30 de abril de 2025

LA RESURRECCIÓN DE JESÚS COMO FUERZA QUE ATRAE

Por nuestra dependencia cultural, por nuestro aprendizaje religioso y por nuestra formación intelectual pensamos que los mecanismos de la fe son mayoritariamente intelectuales. Creemos tener fe porque tenemos ideas religiosas. Y, aunque muchas veces comprobamos que, teniendo tales ideas, nuestros comportamientos no se adecúan a ellas (“no hacen lo que dicen”: Mt 23,3) seguimos ese camino amenazado de esterilidad.

Podríamos intentar y cultivar otra senda. Si abandonar el componente de la sensatez y de una indudable racionalidad, ¿por qué no ir construyendo una fe más antropológica, más enraizada en lo humano, más acorde con los dinamismos del ser humano? Esos dinamismos (dynamis siginifica “fuerza”) son fuerzas que nos habitan, que nos empujan y nos organizan la vida. No sabemos muy bien de dónde brotan ni a dónde nos llevan. Pero están ahí bullendo en nuestro interior. ¿Por qué no mezclar la espiritualidad con tales dinamismos?

Quizá desde ahí podríamos entender la resurrección de Jesús con un punto de novedad. Ésta puede ser considerada como un “atractor”, algo que atrae y que va construyendo un orden nuevo, una realidad distinta en quien se siente atraído. Es una fuerza cada vez más imparable que lleva a mirar la realidad de manera mueva y que va cristalizando en tomas de postura vitales sencillas pero concretas en una determinada dirección. Le lleva a uno a vivir lo diario con un brillo distinto, con un horizonte que antes no tenía, con una fuerza que le anima a no tirar la toalla. No es fácil decirlo, pero se quiere escapar de un “historicismo resurreccional” que, al final, no ilusiona, no enardece, no motiva cambios reales.

Puede que estas expresiones nos resulten más lejanas, frías e inservibles que las heredadas en los viejos parámetros historicistas. Pero la intención es la de intentar un planteamiento algo distinto sobre aquello que consideramos el núcleo de la fe.

Fidel Aizpurúa, capuchino

sábado, 26 de abril de 2025

BIENAVENTURADOS LOS QUE CREAN SIN HABER VISTO

El evangelio de este domingo añade explícitamente una bienaventuranza a las ya conocidas: bienaventurados los que crean sin haber visto. Es, sin duda, algo que apunta a los seguidores y seguidoras de Jesús del futuro, a nosotros.

Hay quienes quieren tener todo claro en cuestiones de fe. No es bueno, el fanatismo les ronda. Y hay quienes apelan siempre a la oscuridad de la fe, todo lo solucionan diciendo que es un misterio. Tampoco es bueno.

La fe, es cierto, incluye unas dosis fuertes de misterio porque si no, no sería fe de calidad. Pero ha de conllevar también un cierto nivel de racionalidad. Y ahí es donde normalmente fallamos. A pesar de que la secularidad ha derribado muchos de nuestros “ídolos”, la fe sigue siendo todavía muy crédula: creemos en milagros sacados de la manga, confiamos en el valor de la oración para remediar lo irremediable, hacemos misterio de lo que es pura ignorancia. Una dosis de racionalidad le viene a la fe muy bien y no elimina su lado espiritual.

Con frecuencia todavía nos encontramos con que, en las mesas del fondo de la iglesia, alguien va dejando estampas con oraciones milagrosas, propaganda de devociones ancladas en la credulidad, peticiones de milagros para canonizaciones de santos, etc. Son propuestas religiosas en las que escasea la racionalidad. Pensamos que no es bueno para la fe hacerles caso. Difundamos la Palabra, la buena reflexión y no la magia religiosa.

Espirituales y sensatos, así habríamos de ser los cristianos. Y como es en lo segundo en lo que hemos fallado habitualmente, en ello habríamos de hacer hincapié. El Papa Francisco suele decir que “la verdadera entrega a Dios se manifiesta en la humildad y la alegría de ayudar sin esperar recompensas”. Eso es bien cierto. Pero a esa humildad y alegría les va muy bien una dosis de racionalidad y de sensatez para que no sea una entrega a Dios desenfocada.

Fidel Aizpurúa, capuchino

miércoles, 23 de abril de 2025

ORACIÓN COMUNITARIA, ABRIL 2025

 Haz clic en la imagen para acceder a la oración comunitaria para este mes.

lunes, 21 de abril de 2025

PASCUA URBASA: CANTANDO LA VIDA

Durante los días más intensos y significativos del año cristiano, un grupo de jóvenes procedentes de Gijón, Logroño, Tudela, Zaragoza y Madrid, se reunió en la casa de los capuchinos de Urbasa, Navarra, para celebrar juntos el Triduo Pascual en un entorno de fraternidad, oración y contacto con la naturaleza.

Desde el Jueves Santo, la convivencia se llenó de gestos profundos y simbólicos: la Cena del Señor se celebró con una liturgia creativa y participativa, donde el gesto del lavatorio de los pies nos recordó que el amor se vive sirviendo. La noche terminó con una vigilia de oración en silencio, acompañando a Jesús en Getsemaní.

El Viernes Santo, el camino del dolor se transformó en oración viva con un Vía Crucis al aire libre, recorriendo senderos del bosque de Urbasa, que nos ayudaron a contemplar la cruz en medio de la creación. La celebración de la Pasión fue profunda y conmovedora, uniendo nuestras propias cruces y las de la humanidad a la de Cristo.

El Sábado Santo nos envolvió en un silencio expectante, que nos acompañó en el pequeño desierto personal que hizo cada uno. Un silencio roto finalmente por la Vigilia Pascual, una celebración luminosa y alegre, cargada de símbolos: el fuego nuevo, la luz del cirio, la proclamación de la Palabra y la renovación de las promesas bautismales. La Resurrección se compartió con cantos, abrazos y una pequeña fiesta improvisada.

Durante toda la Pascua no faltaron los espacios para la convivencia, la reflexión en grupo, las risas, los cantos y el encuentro personal con Dios. Urbasa, con su belleza natural y su silencio, fue el lugar perfecto para vivir esta Pascua como una verdadera experiencia de comunidad, fe y renovación interior.

Todos volvimos a nuestras casas con el corazón lleno de esperanza y el deseo de seguir cantando a la vida, como hizo san Francisco.

domingo, 20 de abril de 2025

DOMINGO DE RESURRECCIÓN: LOSAS QUITADAS

Dicen los expertos que el relato de san Juan de este domingo contiene el primer anuncio de la resurrección. Ese anuncio tiene que ver con la losa del sepulcro. Por eso se dice que María la Magdalena vio la losa quitada. Y así es: la resurrección tiene que ver con quitar losas.

Las losas que cubrían los enterramientos judíos excavados en la roca, como aún se nos muestran hoy en día, eran enormes piedras redondas que, para ser quitadas, se necesitaba la fuerza de varias personas. Eso hacía que los sepulcros fueran espacios protegidos contra expolios y profanaciones.

Pero el evangelio otorga un significado simbólico a la losa: la resurrección de Jesús es que la losa de la pobreza, la ignorancia, la enfermedad, la muerte, ha sido removida. Ya nada es igual después de la resurrección por más que el caudal de las lágrimas siga brotando. Quienes creemos en la resurrección celebramos que hay un antes y un después de ella. Todo tiene otro sentido, todo tiene otra esperanza. Pero esta certeza se construye quitando la losa del sepulcro de Jesús y quitando las losas de nuestra vida. Vivir como un resucitado es vivir quitando losas.

Una Pascua con losas sin remover es, todavía, una Pascua imperfecta. No es el domingo de Pascua un día de simple recuerdo del triunfo de Jesús. Es también un día de reivindicación y de compromiso con todo aquello que contribuya a la desaparición de toda losa.

Para los cristianos la Pascua es tiempo de gozo, Pascua florida. Y mientras el gozo y la alegría no sean comunes todavía la Pascua es imperfecta. Cuando el sufrimiento haya sido desterrado, el rostro del resucitado brillará en todo su esplendor. Que llegue ese día depende, en parte, de nosotros.

Fidel Aizpurúa, capuchino