Pero el texto de hoy va más lejos. Describe dos maneras de ser: una considerarse justo y despreciar a los demás. Otra: reconocer las propias limitaciones sin despreciar a nadie. Huelga decir que es esta segunda la que apoya el evangelio.
Hemos de superar la cultura del menosprecio. Hemos de superar el sarcasmo, el insulto, el supremacismo, esa infantil actitud que cree que lo mío es lo único valioso y lo de los demás no merece consideración. Esa cultura llevará a algunos países (como EEUU) a una situación sin salida. Tomemos nosotros la parte que nos toca.
Frente a la cultura del menosprecio habríamos de construir la cultura de la comprensión y de la compasión. Es la manera de ser de quien mira al corazón de la realidad y de las personas para ver ahí reflejadas las mismas situaciones por las que uno pasa y que le hacen ser apoyo, ayuda y ánimo para quien anda en dificultad. Esto será altamente beneficioso para la fe y para la sociedad.
Fidel Aizpurúa, capuchino



