jueves, 20 de noviembre de 2025

EL LEGADO DE FRANCISCO DE ASÍS: LA SENCILLEZ

Volver a lo esencial

La vida de Francisco comenzó a cambiar el día en que descubrió que lo que estaba buscando no se encontraba en los privilegios ni lujos de su época. Se dio cuenta de que el corazón se vuelve torpe cuando está lleno de cosas materiales que no necesita, de preocupaciones por querer impresionar, de apariencias que quieren disimular vacios personales.

Para Francisco, la sencillez no consistía en vivir sin nada, sino en vivir con algo que le sobrara. Quería tener lo justo para no distraer el corazón. Decía que lo que uno es ante Dios, eso es y nada más. Era una manera de regresar a lo esencial: a lo que hace que el corazón respire hondo, a lo que nos permite encontrarnos con los demás sin máscaras ni falsas apariencias.

Y esa es su invitación para nosotros: aprender a soltar. Soltar expectativas que no son nuestras, relaciones que solo ocupan espacio, objetos que usamos como escudos. La sencillez no nos estrecha la vida, sino que la ensancha. Nos enseña a elegir lo que realmente nos hace crecer, nos libera para estar más presentes y nos abre los ojos a la belleza de las cosas cotidianas.

La sencillez es aprender a mirar dentro y preguntarse: ¿qué es verdaderamente importante? No se trata de renunciar al mundo, sino de caminar más ligeros para poder amar mejor.

Preguntas para la reflexión personal
  • ¿Qué cosas -materiales o no- siento que me pesan o me distraen?
  • ¿Qué podría soltar para vivir más ligero y más auténtico?
  • ¿Qué momentos sencillos de mi vida me han hecho sentir paz?

domingo, 16 de noviembre de 2025

CONSTANTES EN LA FE

Es una evidencia que somos inconstantes. Vislumbramos algo hermoso y optamos por ello. Pero pronto nos damos cuenta de que eso bello que nos atrae es un camino que hay que andar poco a poco. Y que ese camino está lleno de dificultades y de obstáculos. Y entonces abandonamos, lo dejamos de lado, lo olvidamos. Con ello, el nivel de frustración de nuestra vida sube constantemente. ¿Cómo vivir una vida cristiana perseverante?

- Sé fiel a las promesas del evangelio: porque no interesa tanto que seas fiel a lo que tú has prometido, sino que descubras las maravillas de lo que se te ha prometido y que esas maravillas te encandilen para siempre. La maravilla de una vida en paz, la maravilla de poder tener un corazón perdonador, la maravilla de vivir inmerso en la generosidad.

- Vive una fe lo más lúcida posible: no te eches en brazos de la rutina, de la costumbre, de los meros ritos externos porque eso no terminará por ahogarte. Busca renovar tu oración, vive la eucaristía como un auténtico lugar de encuentro con Jesús, no te canses de leer la Palabra todos los días si es posible.

- Cultiva tu pensamiento cristiano: no vivas con las ideas del catecismo que aprendiste de niño, piensa la posibilidad de hacer parte de alguno de los grupos parroquiales donde se cultiva la Palabra, el pensamiento cristiano. Los tiempos cambian. Hemos de vivir la fe en modos adaptados a nuestro hoy, no de manera rígida e inflexible. Ha pasado el tiempo de comulgar con ruedas de molino y de tener la fe del carbonero.

La mejor forma de ser perseverante es aquella que nos implica algo en la vida familiar, en la vida parroquial o en la vida social. Una vida sin implicación lleva a vivir descolgado, situado en el propio egoísmo, como una isla. Así es imposible mantenerse vivo en la fe. Si vives implicado incrementa tu compromiso; si tu implicación es débil, hoy mismo puedes dar un paso adelante. Ánimo.

Fidel Aizpurúa, capuchino

martes, 11 de noviembre de 2025

ORACIÓN COMUNITARIA, NOVIEMBRE 2025

Haz clic en la imagen para acceder a la oración comunitaria para este mes.

domingo, 9 de noviembre de 2025

HABLABA DEL TEMPLO DE SU CUERPO

El relato de la expulsión de los mercaderes del templo refleja un episodio decisivo en la vida de Jesús. Si no hubiera ocurrido, quizá su muerte no habría sido tan violenta. Tocar el mercado era tocar la fibra sensible del poder.

Pero en el evangelio de Juan, el tema deriva hacia la realidad del templo. Y allí, en la polémica sobre el templo, escuchamos esta frase: hablaba del templo de su cuerpo. El judío cree que si uno quiere encontrarse con Dios tiene que ir al templo porque allí habita la gloria de Dios. Allí se puede “tocar” a Dios. Pero el evangelio de Juan dice que si quieres encontrarte con Dios tienes que ir al templo del cuerpo de Jesús, a su vida con sus criterios y modos de comportamiento. Jesús es el templo vivo, sacramento del encuentro de la persona con Dios, decían los teólogos del Concilio.

De ahí se puede deducir que todos los cuerpos son lugar de encuentro con Dios porque son lugares, como decía san Pablo, donde vive El Espíritu. La espiritualidad cristiana heredada ha censurado e incluso menospreciado el cuerpo. Lo cierto es que la Iglesia nunca se alejó tanto del Espíritu como cuando abandonó el cuerpo.

La sociedad de hoy nos ha sensibilizado en el aprecio y en la libertad respecto al cuerpo (somos sensibles a las tropelías que se comenten contra él). Si el evangelio no nos ha llevado, por nuestra cerrazón, a valorar positivamente los cuerpos como el mejor don de Dios, escuchemos la voz de los signos de los tiempos que, en modos diversos y peculiares, nos habla del valor del cuerpo.

Fidel Aizpurúa, capuchino