domingo, 28 de septiembre de 2025

NI AUNQUE RESUCITE UN MUERTO

El evangelio de Lucas es tajante con los ricos. Cree que su autorreferencialidad no tiene remedio: no piensan más que en ellos mismos, en su beneficio personal, en el de su familia. Los demás no existen. Por eso su convicción final: no se convencerán ni aunque resucite un muerto.

Es el misterio de la cerrazón humana: no hay maltratador, xenófobo, capitalista, que se convierta. Es un mundo ocupado solamente por el yo y los demás no tienen sitio. Y los pobres, menos.

¿Cómo construir una espiritualidad de la apertura? ¿Cómo no caer en las garras de una manera cerrada de ver el mundo?
  • Mira a Jesús: él es una persona de mente y corazón abiertos: entiende la ley con flexibilidad, comprende las situaciones de los pobres, se abre al mundo de los paganos, es solidario con los dolores ajenos.
  • Escucha incansablemente: porque la apertura pasa por la escucha amante, aquella que escucha a la vez que aprecia y considera los argumentos del otro.
  • Cree en la verdad del otro: porque no tenemos toda la verdad, sino que cada uno aportamos una parte de ella. Apropiarse de la verdad es el primer paso para la tiranía. 
Recordamos las palabras del papa Francisco donde se da el fundamento de la espiritualidad de la apertura el otro: «Un ser humano está hecho de tal manera que no se realiza, no se desarrolla ni puede encontrar su plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás». (FT 87)

Fidel Aizpurúa, capuchino

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