miércoles, 10 de septiembre de 2025

TOCAR A DIOS

En el campo de la solidaridad, el esquema con el que pensamos y actuamos es desde nosotros hacia ellos, hacia los pobres, los que nos necesitan. A ellos dirigimos nuestra ayuda, nuestro tiempo, nuestra atención. Luego están las actitudes que nos mueven a ello, los motivos que nos impulsan a ese movimiento, etc.

Sin embargo, cuando nos acercamos, tocamos y ayudamos a esas personas, se da en muchos casos un fenómeno que va en la dirección opuesta. En la cercanía con el pequeño, yo que ayudo soy tocado en lo más hondo y soy transformado. El enfermo, el abandonado, la persona necesitada, sin ella saberlo, hace que yo mismo me vea implicado en su estado y ahora yo ya no esté como al principio. Estas personas necesitadas me curan de vivir para la eficacia, la ganancia, la importancia, el renombre… El trato con ellas desde la cercanía ha generado en mí movimientos interiores que nunca había vivido; y me transforman.

Hay momentos en que Dios se hace presente en dichas personas y me toca. Puede tocarme en el bolsillo, en mi tiempo, en mis valores, en mi corazón, y me va curando de tantas tonterías y tantas falacias para comenzar a vivir de modo nuevo. Es Dios que se acerca a mí, cuando yo me acerco a la persona que me necesita. Y donde creía que hacía algo por ella, resulta que es ella, lo sepa o no, quien está haciendo algo grande en mí. Así se hace verdad aquello de “los pobres nos evangelizan”; no en ideas, sino en verdad, en la cercanía, en el tú a tú de la solidaridad.

Carta de Asís, septiembre 2025

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