lunes, 27 de septiembre de 2010

CON FRANCISCO, SOMOS UNA FAMILIA (1ª parte)


Una familia "muy real"

Ahí los tienes: los Simpson llevan más de veinte años en pantalla. No hay serie televisiva que haya aguantado tanto. Y uno se pregunta: ¿por qué esos dibujos tan raros caen bien a señoras mayores, a niños y a gente de todo pelaje? Los “analistas” dicen que porque habla de la América real, de la vida real, de personas que piensan y viven a ras de tierra, aunque late en el fondo un indudable deseo de verdad, de humanidad, de gozo vital. Bueno, las teorías son muchas. Pero quizá se deba también a la ocurrencia de haber situado a las personas reales en el marco de una entidad real: la familia. Porque es cierto que la familia está zarandeada por muchos vientos. Pero ahí sigue, gozando de una mala salud de hierro. Algo le dice al ser humano que la familia y el camino humano andan el mismo camino. Por eso, grandes intuiciones espirituales, como la de Francisco y Clara de Asís, se han trenzado con la realidad de la familia.
¿Sabes algo de la familia de Francisco? Tenía una madre, al parecer, solícita y cuidadosa. Pero sabemos poco de ella. Dicen que se llamaba Pica, aunque este nombre saltó varios cientos de años después de la vida de Francisco. De su padre sí sabemos muchas cosas porque su proceso vocacional se efectuó en contraste con su figura. Era un rico comerciante de tejidos. No era mala persona. Tenía una visión comercial de la vida. Y en esa visión su hijo Francisco era pieza clave. Pero no encajó. Tiró por otro derrotero, no por la senda de los negocios, sino por la fraternidad. También nos ha llegado la noticia de un hermano suyo, se llamaba Ángel, que lo hería en sus opciones y le pedía un poco de sudor cuando Francisco estaba helado de frío en el monte, lejos de casa. La familia fue para Francisco una espina clavada en el corazón, pero siempre la amó. A Clara, por otros caminos le pasó algo parecido: su familia era noble venida a menos. Quedó huérfana y un tío se hizo cargo de ella. Tuvo que plantarle cara para poner en pie su difícil decisión de ser “hermano”. O sea, que, como la vida misma: familias que aman y hieren, que presionan y reconfortan. Pero tienen algo en común: para crecer, como persona y como seguidor/a de Jesús, es preciso ampliar, del modo que sea los estrechos límites de la familia biológica.
Continuará...

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