domingo, 23 de septiembre de 2012

UN LABERINTO LLAMADO DESEO

Desde ya hace mucho tiempo he intuido que en el tema del “deseo” había encerrado alguna de las claves de esta existencia nuestra. No por la película “Un tranvía llamado deseo” sino porque, por un lado, descubría que el deseo era el motor de la vida de toda persona, y por otro, algunas religiones orientales sitúan el estado cúlmen en la supresión del deseo. Esta búsqueda ha sido infructuosa desde hace mucho tiempo, con varias lecturas y muchas más experiencias frustradas.
Pero leyendo un artículo del País Semanal, “Marionetas del deseo” de Miriam Subirana, he empezado a encontrar alguna luz. Desde la psicología, este artículo nos habla de la multitud de deseos que se nos despiertan desde la sociedad en que vivimos, pero que, paradójicamente, después de cubiertos nos mantienen insatisfechos. Son deseos pasajeros que nos entretienen lejos de los deseos esenciales: para la autora estos deseos esenciales están conectados con tres ejes. El primero el deseo de conocer, de ampliar horizontes; el segundo el deseo de unirse con el otro, de trascenderse; y tercero el impulso creativo.
Este artículo hacía referencia a un gran libro: “El Deseo esencial” de Javier Melloni. Dice el autor que el crecimiento psíquico-espiritual consiste en la educación de la voracidad, en la capacidad de soportar la ausencia y la carencia; se trata de alcanzar el equilibrio adecuado entre la satisfacción del deseo y la renuncia. Y continúa el autor explicando que la paradoja de nuestra sociedad del bienestar es que la abundancia no ha atenuado el deseo, ni calmado la ansiedad. El capitalismo vive de la exacerbación del deseo mediante una estimulación constante que es incapaz de ser contenida: la expresión límite son las adicciones. Activan un mecanismo obsesivo que no se calma hasta que se desahoga, pero sin dejarlo nunca satisfecho. La necesidad psico-fisiológica se hace cada vez más apremiante, hasta cambiar el patrón del deseo: ya no se busca el placer sino evitar el dolor.
Me escandaliza que, a nuestros niños, los estemos educando en esta exacerbación del deseo nunca satisfecho, con todos los estímulos publicitarios que les llegan de los medios de comunicación.
Este mismo autor también habla de la necesidad de trascender el propio deseo, de buscar más allá de la satisfacción del mismo. Habla de ir hacia un bien siempre mayor que aspira a la unión con el Ser total, con el Deseo esencial. Para seguir iluminándonos ya tenemos dos propuestas de lecturas. Un abrazo de Paz (serenando el deseo) y Bien (trascender el propio deseo).
Javier Morala, capuchino

1 comentario:

  1. En nuestra forma de vivir el deseo es algo de lo que nunca se habla, como tampoco de sentimientos, uno de nuestros logros tiene que ser saber ponerle el nombre y poder hablar de ello sin censura. Conociendo nuestros deseos podemos encontrar algún equilibrio razonable, sino es así nunca alcanzaremos la verdad de nuestro ser.

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