lunes, 2 de junio de 2014

LA ASCENSION DEL SEÑOR

   La Ascensión de Jesús es el primer paso de nuestra ascensión, y un paso seguro, porque lo ha dado El. Ya tenemos un pie en el cielo. Pero ese primer paso de Jesús hay que seguirlo con nuestros propios pasos, porque se trata de seguirle en esa ascensión personal.
   La obra de Jesús: su vida para los demás, su amor preferencial por los menos favorecidos, su vocación por la verdad..., su ser y su hacer, han sido rubricados por el Padre. Y, cumplida su misión, retorna al Padre, su punto de partida. Per no es un adiós definitivo, sino un hasta luego, porque “voy a prepararos un lugar, para que donde esté Yo estéis también vosotros”.
   La Ascensión no significa la ausencia de Jesús, sino un nuevo modo de presencia entre nosotros. Él continúa presente donde dos o más estén reunidos en su nombre, en la fracción del pan eucarístico, en el detalle del vaso de agua fresca dado en su nombre, en la urgencia de cada hombre.
   La fiesta de hoy nos invita a levantar nuestros ojos, a mirar al cielo para recuperar para nuestra vida la dosis de trascendencia y esperanza necesaria para no sucumbir a la tentación de un horizontalismo materialista; para dotar a la existencia de motivos válidos y permanentes más allá de la provisoriedad y el oportunismo utilitarista.
Domingo Montero, capuchino


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