jueves, 13 de abril de 2017

JESÚS, PUENTE QUE UNE Y SIRVE

Como cada Jueves Santo esta tarde vais a leer el texto de Jn 13,1-15, el lavatorio de los pies. Os lo sabéis casi de memoria de tantas veces que lo habéis escuchado o leído. Pero mirad, hay un proverbio judío del tiempo de Jesús que dice: “No digas: ya he leído cien veces la Palabra, porque en la ciento una te espera el Señor”. Leedlo otra vez, desmenuzadlo, subrayadlo, compartirlo. Quizá esta vez saquéis algo en limpio, quizá en este recodo del camino te espera el Señor.

Fijaos en algo que puede parecer secundario, pero que da la clave del asunto: Jesús dice a Pedro que si no se deja lavar los pies “no tienes nada que ver conmigo”. O sea, si Pedro no se deja lavar, Jesús y él rompen la baraja, uno por un lado y el otro por el otro. Nada que ver uno con otro. ¿Pues es que el servicio es tan importante? Es decisivo.

Nosotros los cristianos nos creemos creyentes porque hemos sido bautizados, porque hemos hecho la primera comunión, porque vamos a misa, porque llevamos una cruz, porque leemos el Evangelio, etc. Pero Jesús dice que la vara de medir la fe es el servicio: sirves, eres seguidor de Jesús; no sirves, no eres seguidora de Jesús. Esto es lo que hay.

Por eso es tan importante mirar al Jesús que sirve y mirarse a sí mismo a ver cómo uno sirve a los demás. Quien quiere ser servido, quien no da palo al agua para ayudar a los demás, quien se cree con todos los derechos y con ninguna obligación, no es seguidor de Jesús. Hay que repetirlo muchas veces.

Un obispo francés, algo atípico, se llamaba Jacques Gaillot, escribió hace años un librito cuyo título molestó a algunas personas. Era así: “Una Iglesia que no sirve, no sirve para nada”. Es un poco duro, pero es verdad: si no hay servicio, la comunidad cristiana pierde su sentido. Podría haberlo dicho de forma positiva: “Una comunidad cristiana que sirve es la comunidad que de verdad vale”. Hay que animarse a ser del grupo de los que sirven y llegar no solamente a encontrar sentido a servir sino, además, a estar a gusto sirviendo. Sirvo con alegría, me gusta servir. En cosas como éstas está la espiritualidad de fondo del Jueves Santo.

Lo dicho, miremos esta tarde a Jesús como un puente que une sirviendo. Él lo ha dicho bien claro: “¿Quién es mayor, el que está a la mesa o el que sirve? El que está a la mesa, ¿verdad? Pues yo estoy entre vosotros como quien sirve” (Lc 22,27). En los cuadros de la última cena Jesús está siempre presidiendo la mesa. Pero, en rigor, habría que pintar y entender a Jesús fuera de la mesa, con un delantal, sirviendo a quienes cenan. Imaginadlo así esta día de Jueves Santo. Estaréis más cerca de la realidad y eso debería animaros.

Para preguntarse:
  • ¿Sirves o quieres siempre que te sirvan?
  • ¿Encuentras alegría cuando haces algo por los demás? Explícalo.
  • ¿Te parece interesante un Jesús “fuera de la mesa”?

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