miércoles, 19 de abril de 2017

MIS PUENTES, MIS RÍOS

Estos días son buenos para tener un rato de desierto. Pensar nos hace bien. Un poco de silencio entre tanto ruido nos sienta de primera. Incluso un poquito de soledad nos centra más en nuestro interior. No hay que tener miedo al desierto, a estar un rato solos para que luego el encuentro sea más gozoso. La soledad habitada es algo muy positivo. Hay que animarse.

Este rato puede ser bueno para pensar, desde esa espiritualidad de “Ser puente”, cuáles son mis puentes y cuáles mis ríos. Los puentes unen, los ríos separan. Los puentes anudan relaciones. Los ríos pueden marcar grandes distancias entre quien está en una orilla y quien está en la otra. Conviene pensarlo.

Piensa un poco cuáles son tus puentes, en tu familia, con tus amigos, con los de tu grupo, con la sociedad incluso. Mira si trabajas lo suficiente para crear buen ambiente, para que la relación sea amable y respetuosa, para que el disfrute sea compartido. O ¿andas siempre en plan hosco, desagradable, con cara de pocos amigos? Hablamos mucho de fraternidad, pero esto es la fraternidad: crear lazos de amistad y gozo entre quienes vivimos juntos, ser colaborador con aquellos que la vida ha puesto en tu camino.

Piensa también un rato sobre cuáles son tus ríos, aquello que separa, aquello que te separa de los otros. La poca paciencia con el lado débil de los demás, las irritaciones porque no piensan o actúan como tú, los silencios tercos, los desplantes, las rupturas que se podrían haber evitado, los distanciamientos que no tienen ningún sentido. Hay que aspirar a que los grandes ríos, las grandes lejanías, se conviertan en arroyuelos en los que se pueda saltar fácilmente de una orilla a otra, en los que la comunicación sea fácil y fluida.

Los puentes no aparecen en los Evangelios. Pero sí aparece la barca en que Jesús va al otro lado del lago que hay en su tierra: “Vamos al otro lado” (Mc 4,35). A los discípulos les sabía aquello a cuerno quemado, porque en el otro lado estaban los paganos. ¿A qué venía tender puentes con aquellos malditos paganos? Pero Jesús no pensaba así: él creía que el reino era para todos, incluidos aquellos paganos. Por eso tiende puentes, coge la barca y va al otro lado.

Pide a Jesús ser instrumento de unidad, ser mediador paciente más que instigador de conflictos, ser una persona pacífica y pacificadora, paciente y benigna con el lado débil de los demás e incluso con el tuyo. Dile que quieres ser cada vez más puente que une y no río que divide. Él que sabía de barcas y de unir orillas te acogerá.

Para preguntarse:
  • ¿Eres persona que une o que divide?
  • ¿Eres respetuoso y acogedor o, por el contrario, tiendes a aislarte?
  • ¿Te parece interesante un Jesús que dice “Vamos al otro lado”?
  • ¿Cómo ser puente hoy mismo en este día, cómo colaborar?

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