jueves, 27 de julio de 2017

LA ORACIÓN PERSONAL

La oración personal es el espacio privilegiado de encuentro con el Señor. Y hay momentos en la vida, en la historia, en que necesitamos la relación personal con Dios como el respirar; “como la cierva busca corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío”, dice el Libro de los Salmos. En tiempos de crisis, nuestro primer alimento es acudir al Señor. Dicen que las primeras comunidades tuvieron que traba-jar toda una espiritualidad de la resistencia, porque fueron tiempos muy difíciles. Por eso la Carta de Santiago habla de que en tiempos recios es vital la oración. Y lo es para nosotros que tenemos que vivir nuestra búsqueda y nuestra fe a la intemperie, sin cobijos ni ayudas.

Necesitamos la oración para buscar a Dios, para encontrarnos a nosotros mismos, para ser hermanos/as. Necesitamos la oración para vivir de Dios y para vivir la solidaridad. Necesitamos la oración para vivir.

Porque la vida gasta y nos desgasta, y nos dispersa. Porque la vida nos va encerrando en nuestro pequeño mundo y nos va achatando la esperanza. Nos va llenando la mochila de la vida de heridas, rencores y frustraciones que intentamos compensar con sucedáneos de vida; espacios de compensación que nos lleven a distraernos, a evadirnos, a olvidarnos. Pero la relación con Dios nos invita a estrenar vida todas las mañanas, a comenzar cada día frescos, a comenzar el día con gozo y alegría, a sentir con energía la humanidad, la fraternidad, la entrega, el abrazo, la ternura.

Trabajar la espiritualidad es trabajar la relación personal con Dios. Lo central de nuestra espiritualidad es vivir la relación personal con Dios, el ponernos cara a cara ante Él.

La oración nos lleva a la mirada de Dios, a su acción, a su Palabra. Y nos hace mirar y vivir desde Él. Ésa es nuestra fortaleza. Y, como diría Santa Teresa, “en este tiempo son menester amigos fuertes de Dios”.
Carta de Asís, julio de 2017 

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