Necesitamos la oración para buscar a Dios, para encontrarnos a nosotros mismos, para ser hermanos/as. Necesitamos la oración para vivir de Dios y para vivir la solidaridad. Necesitamos la oración para vivir.
Porque la vida gasta y nos desgasta, y nos dispersa. Porque la vida nos va encerrando en nuestro pequeño mundo y nos va achatando la esperanza. Nos va llenando la mochila de la vida de heridas, rencores y frustraciones que intentamos compensar con sucedáneos de vida; espacios de compensación que nos lleven a distraernos, a evadirnos, a olvidarnos. Pero la relación con Dios nos invita a estrenar vida todas las mañanas, a comenzar cada día frescos, a comenzar el día con gozo y alegría, a sentir con energía la humanidad, la fraternidad, la entrega, el abrazo, la ternura.
Trabajar la espiritualidad es trabajar la relación personal con Dios. Lo central de nuestra espiritualidad es vivir la relación personal con Dios, el ponernos cara a cara ante Él.
La oración nos lleva a la mirada de Dios, a su acción, a su Palabra. Y nos hace mirar y vivir desde Él. Ésa es nuestra fortaleza. Y, como diría Santa Teresa, “en este tiempo son menester amigos fuertes de Dios”.
Carta de Asís, julio de 2017
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