martes, 5 de junio de 2018

ALEGRAOS Y REGOCIJAOS

El papa Francisco acaba de publicar otro gran documento, una Exhortación Apostólica sobre la Llamada a la Santidad en el Mundo Contemporáneo. “Gaudete et Exsultate”, “Alegraos y regocijaos” (Mt 5, 12). No es un tratado sobre la santidad.

El objetivo o el deseo del Papa es que seamos conscientes de la llamada a la santidad que el Señor nos hace a cada uno de nosotros. Haciendo referencia a un texto de la Carta a los Hebreos, nos invita a reconocer que tenemos «una nube ingente de testigos» (12,1) que nos alientan a no detenernos en el camino, nos estimulan a seguir caminando hacia la meta. Entre ellos puede estar nuestra propia madre, una abuela u otras personas cercanas (cf. 2 Tm 1,5). Quizá su vida no fue siempre perfecta, pero aun en medio de imperfecciones y caídas siguieron adelante y agradaron al Señor (GE.3).

Es importante que seamos conscientes de que cada uno de nosotros tiene que recorrer su propio camino, su propia vida. Hemos hecho distintas opciones, hemos elegido estilos distintos de vida, creyendo que eso era lo mejor para nosotros mismos. Desde lo que vivimos cada uno estamos llamados a acertar con lo mejor de nosotros mismos y a sacarlo a la luz… Estamos llamados a hacer la voluntad de Dios.

En este mes de junio recordamos dentro de la familia franciscana al santo más popular, a San Antonio de Padua. Un hombre de origen portugués que, impactado por la muerte de los primeros mártires franciscanos en Marruecos, decidió sumarse al movimiento que se estaba creando en torno a San Francisco de Asís. Al principio pasó desapercibido dentro de la fraternidad franciscana, pero en seguida sus hermanos se dieron cuenta de sus cualidades y capacidades intelectuales.

Cuando Francisco se enteró de que Antonio enseñaba teología a los frailes les escribió estas palabras: «Me agrada que enseñes sagrada teología a los hermanos con tal que, en el estudio de la misma, no apagues el espíritu de oración y devoción». De esta manera le advertía de la tentación de convertir la experiencia cristiana en un conjunto de elucubraciones mentales que terminan alejándonos de la frescura del Evangelio. En esta misma línea se sitúa al Papa al hablarnos de la santidad: “me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: a los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante. Esa es muchas veces la santidad «de la puerta de al lado», de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios, o, para usar otra expresión, «la clase media de la santidad” (GE.7)

Benjamín Echeverría, capuchino

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