domingo, 9 de noviembre de 2025

HABLABA DEL TEMPLO DE SU CUERPO

El relato de la expulsión de los mercaderes del templo refleja un episodio decisivo en la vida de Jesús. Si no hubiera ocurrido, quizá su muerte no habría sido tan violenta. Tocar el mercado era tocar la fibra sensible del poder.

Pero en el evangelio de Juan, el tema deriva hacia la realidad del templo. Y allí, en la polémica sobre el templo, escuchamos esta frase: hablaba del templo de su cuerpo. El judío cree que si uno quiere encontrarse con Dios tiene que ir al templo porque allí habita la gloria de Dios. Allí se puede “tocar” a Dios. Pero el evangelio de Juan dice que si quieres encontrarte con Dios tienes que ir al templo del cuerpo de Jesús, a su vida con sus criterios y modos de comportamiento. Jesús es el templo vivo, sacramento del encuentro de la persona con Dios, decían los teólogos del Concilio.

De ahí se puede deducir que todos los cuerpos son lugar de encuentro con Dios porque son lugares, como decía san Pablo, donde vive El Espíritu. La espiritualidad cristiana heredada ha censurado e incluso menospreciado el cuerpo. Lo cierto es que la Iglesia nunca se alejó tanto del Espíritu como cuando abandonó el cuerpo.

La sociedad de hoy nos ha sensibilizado en el aprecio y en la libertad respecto al cuerpo (somos sensibles a las tropelías que se comenten contra él). Si el evangelio no nos ha llevado, por nuestra cerrazón, a valorar positivamente los cuerpos como el mejor don de Dios, escuchemos la voz de los signos de los tiempos que, en modos diversos y peculiares, nos habla del valor del cuerpo.

Fidel Aizpurúa, capuchino

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