lunes, 12 de mayo de 2014

NUNCA ME HE SENTIDO TAN LIBRE

   Este fin de semana -10 y 11 de mayo- en León, hemos participado en un congreso de Francisco de Asís y el Camino de Santiago, y todavía me sigue rondando una frase que escuché allí. La dijo Ana Valvanera Plaza, que además de gran amiga es una gran persona. En una mesa redonda explicaba su experiencia de camino, lo que para ella significó, y entre muchísimas cosas interesantes dijo: “Nunca me he sentido tan libre de seguridades”. Creo que muchos de los que hemos hecho el camino hemos sentido esa libertad casi absoluta. Pero Ana expresa muy bien, que allí vivimos más que una libertad de poder hacer lo que queramos, un liberarnos de todas las cosas que hacemos y tenemos para sentirnos más seguros.
   Es paradójico cómo el instinto de supervivencia que nos hace buscar seguridad, comodidad, en el fondo nos está limitando, nos está amodorrando, nos está “castrando” personalmente. Es decir una vida centrada en mi supervivencia me encadena, me amputa, ¿me mata?
   Me surgen dos preguntas. Una es: ¿qué es lo que hago en mi vida buscando seguridad? Probablemente no será cuestión de acabar con todo eso que hago para buscar seguridad, pero sí controlarlo, limitarlo para que no invada la mayor parte de mi vida. Y la otra pregunta es: ¿qué alternativas hay a esa búsqueda de seguridad esclavizante? Me viene a la cabeza el texto de: “No andéis buscando qué comer o qué beber; no os angustiéis. (…) Basta que busquéis el reinado de Dios y lo demás os lo darán por añadidura” (Lc 12, 29ss). Quizá sea cuestión de confianza, esa confianza básica en la vida, la confianza de vivirnos acompañados, de saber que hay alguien que está por nosotros; la confianza de creer que por unos caminos o por otros, más o menos retorcidos, al final todo va a ir bien.

Javi Morala, capuchino


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