martes, 10 de mayo de 2016

COMPLICACIONES HUMANAS

Hoy voy a hacer una reflexión a propósito de una escena que últimamente veo por la calle con bastante frecuencia. La escena en cuestión se me repite muchas tardes a las cinco en mi camino de vuelta a casa. Me cruzo habitualmente con una chica deficiente que siempre va hablando sola y la mayoría de las veces riéndose. No hay más remedio que pensar en esos momentos: qué lástima, qué será de ella en unos años, qué locura la suya. A veces me mira y no sé si porque yo también le soy ya familiar. Pero el motivo de que sea protagonista de esta reflexión es por la existencia también de otro transeúnte habitual en nuestro camino. Un señor muy bien vestido, con su traje de chaqueta, generalmente detrás de ella que debe ser que coincide su horario de trabajo con el paseo de ella y con mi vuelta a casa, por lo que yo veo la escena de frente. Él siempre aprovecha para solucionar algún negocio o departir por teléfono a esa hora con su auricular en el oído y por ende también se le ve “hablar solo”.
   Hace unos años leí un libro titulado “La sopa con tenedor: tratado de las complicaciones humanas” de José María Cabodevilla en el que cuenta las aventura de un ángel estrábico que es enviado a la Tierra para redactar un informe sobre los seres humanos y sus complicaciones, tales como el por qué del ojal que llevamos en la solapa de una chaqueta, por ejemplo, o la utilidad de los botones de la manga y cómo de lo complicado de sus relaciones con Dios. Pues hago referencia a ello porque siempre visualizo de forma un poco cómica qué diferencias habría para el ángel si él viera también esta escena y a quién calificaría realmente de “loco”. Al fin y al cabo ella habla no sé si con ella misma o con quién se imagina pero que para ella están presentes realmente en ese momento pero el caballero habla sin parar con alguien que no está y lo que no sabemos es si hablará cuando esté con la persona con la que departe cada tarde o necesitará el teléfono y el auricular para seguir escondiéndose.
   Esto que está bastante exagerado por mi parte pretende ser una reflexión para mí porque también he de decir que mientras voy a mi trabajo en bicicleta cada día observó lo difícil que es circular porque la mayoría de viandantes lo hacen con el cuello doblado hacia abajo mirando el móvil, lo cual hace que se metan En mi carril bici o ni se enteren cuando les pido si me dejan pasar.
   Curiosidades de una sociedad que crece tecnológicamente y disminuye en cuanto a relaciones y sentido común. Nuestro ángel estrábico alucinaría hoy en día y haría un informe realmente interesante de esta especie a la que únicamente desde el principio de los tiempos se le pidió una cosa: “Amaos unos a otros” y yo le añadiría a las palabras de Jesús: “no seáis tan complicados”
   Me quedo con una frase del gran obispo Pedro Casaldáliga: “Al final del camino me dirán: ¿Has vivido? ¿Has amado? Y yo, sin decir nada, abriré el corazón lleno de nombres”.
   A ver si un día me entero del nombre de mis dos protagonistas de cada tarde y los añado porque en mi corazón ya están sus personas.
Clara López Rubio

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