Convertirse a la relación cordial presupone admitir que, en parte, nuestra relación no lo es, que nuestras maneras de convivir con tienen unas dosis altas de aspereza que conviene rebajar, que nuestros camino son, con alguna frecuencia, altaneros e individualistas, autorreferenciales diría el Papa Francisco. Esos modos antropológicos podrían mejorar muchísimo si nos animáramos a construir en nosotros la razón cordial y sus comportamientos.
Efectivamente, muchos de nosotros tenemos todo lo básico para vivir bien: comida, casa, vestido, amparo, compañía, etc. Y, sin embargo, nuestra vida es una cierta hosquedad, cuando no de una evidente amargura. ¿Qué nos pasa? ¿Por qué, pudiendo, no llegamos a vivir bien? Tal vez un antídoto contra esta situación, en la medida en que se dé, sea la cordialidad, poner parte del énfasis vital en andar los caminos del corazón del otro e, incluso, los caminos del propio corazón, en desvelar un poco más la vida secreta del corazón, del mundo de los sentimientos, de eso que se llama la razón cordial..
El Papa Francisco dice en la Evangelii Gaudium que la única manera de trasmitir hoy la fe es si se logra tener una experiencia personal de Jesús y si se transmite tal experiencia con alegría. Creemos que ese es el rostro de la Pascua. Y para lograrlo mejor se podría pensar en hacer este año un itinerario cuaresmal de mejora en la relación cordial. Las puertas de la Pascua se abrirían con más facilidad a nuestra experiencia creyente. Ojalá.
Fidel Aizpurúa
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