jueves, 22 de marzo de 2018

VIVIR CADA DÍA

Con frecuencia oímos decir que es importante “vivir cada día”: “vivir el don de cada día”, “vivir el presente”, “aprovechar y vivir a fondo cada día”, “carpe diem”. Pero conviene pararse a ver qué hay detrás, porque no es lo mismo...

No es raro oír esa expresión, por ejemplo, ante la muerte o enfermedad de personas cercanas o ante fracasos afectivos o de proyectos. Es una sabiduría que tiene, evidentemente, aspectos muy positivos de no dejar pasar la vida, vivir con intensidad, aprovechar todo lo bueno que se nos ofrece desde lo sencillo y pequeño. No es poco. Sin embargo, ¿podría quizá también esconder cierta resistencia a la finitud, miedo ante el tiempo que se nos escapa, e incluso una visión de la realidad donde lo que más vale es lo que se hace, lo activo, el bienestar, y se reniega de lo menos agradable, del sufrimiento, el dolor? Cuestión abierta, sana sospecha ante criterios muy propios de nuestro tiempo y nuestra cultura, que parecen incuestionables, pero que a lo mejor no lo son tanto...

Jesús dice en el Evangelio que no andemos preocupados por el día de mañana, que a cada día le basta su propio afán (Mt 6, 34). Y de primeras puede sonar a lo mismo. Pero no. En Jesús estas palabras son mucho más que una sabiduría de la vida o un consejo para vivir más felices. Son palabras que remiten al misterio personal de Jesús.

Impresiona caer en la cuenta de que Jesús, teniendo conciencia plena de estar poniendo en marcha el Reinado de Dios en la tierra, vive despreocupado de sus propias necesidades. Así vive Él, colgado de lo que el Padre le quiera dar cada día. Desde ahí se entiende la intensidad de lo que hace cada día, como si fuera el último (curar a los enfermos, liberar a los oprimidos, acercarse a los pobres y desfavorecidos, denunciar al poder religioso de su tiempo, entregarse hasta el extremo) y la confianza con que se retira a orar cada día, descansándolo todo en el Padre, bebiendo de Su voluntad, tratando solo de obedecer en cada momento. Para Jesús, el afán de cada día no es una lucha por aferrarse a lo positivo, a lo deseable, ni siquiera a la virtud. Es certeza de que la vida viene solo de obedecer al Padre, de “amoldarse” a lo que le dé cada día, a lo que quiera cada día.
Carta de Asís, marzo 2018

No hay comentarios:

Publicar un comentario