jueves, 5 de abril de 2018

RESURRECCIÓN

Muchas personas están convencidas de que la clave del cristianismo, es decir, lo que lo distingue de otras religiones es el amor. A menudo recordamos las palabras de Jesús: “amaos los unos a los otros”.

Tratamos de hacerlas realidad, conscientes de que no siempre resulta fácil, ante las heridas y fatigas de cada día. Aun así, tratamos de querernos unos a otros y perdonarnos. Nos encontramos estas palabras en el evangelio, pero es patrimonio común de otros credos. Damos un paso más las completamos con otras palabras de Jesús: “Amaos los uno a los otros, como yo os he amado”.

En este mes de abril, en pleno tiempo de Pascua, celebramos y revivimos de manera especial el significado de esta afirmación de Jesús. Recordamos que, como se dice en el libro bíblico del Cantar de los Cantares, “el amor es mas fuerte que la muerte”. Celebramos que la muerte no tiene la última palabra, que la muerte es el camino de la resurrección, que la Cruz es símbolo de toda una vida entregada, que Jesús se entregó por nosotros, se desvivió y Dios lo resucitó…

La Pascua no ocurrió una vez, hace más de dos mil años, sino que sucede cada vez que renace la vida, y la vida no cesa de renacer ante nuestros ojos. No hay más que mirar a la creación en este tiempo de primavera. Recuerdo que en las clases de teología, hace ya unos cuantos años, el profesor nos hablaba del origen de la Pascua como de una fiesta de primavera: una fiesta de agricultores que celebraban la nueva cosecha, y otra fiesta de pastores que celebraban la “parición”, los nuevos nacimientos en los rebaños y los deseos de protegerlos de cualquier peligro. Luego se unieron las dos fiestas, y la fiesta de la naturaleza se convirtió en fiesta de la historia, en sacramento de todas las liberaciones pasadas y futuras como nos recuerdan diversos relatos bíblicos.

La Pascua no es la celebración de la muerte de un hombre en la Cruz. Es la transformación de la muerte en Vida.

La palabra fundamental de nuestro credo no es un sustantivo o un adjetivo sino un verbo suspendido entre el infinitivo y el participio: el resucitar, el Resucitado. Él nos pide que renazcamos cada día. Dios quiere que todo en nosotros sea vida, libertad, nobleza, grandeza y alegría.

La resurrección afecta hoy a nuestra vida y cada uno de nosotros está llamado a resucitar. Jesús no nos espera solo en el momento de la muerte, sino ya desde ahora, en cada latido de nuestro corazón.
Benjamín Echeverría, capuchino

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