Una amiga, al leer la reflexión, me comentó que no estaba de acuerdo y me ha hecho pensar y afinar mi argumentación. Creo que tiene razón –mi amiga- porque muchas personas que han entregado su vida terminan solas. El mismo Jesús, que “pasó por la vida haciendo el bien”, murió abandonado de su pueblo, de sus amigos y de sus discípulos. Si defendiéramos, en todos los casos, la literalidad de la paradoja citada, caeríamos en la religión utilitarista, de un Dios que premia a los buenos y castiga a los malos, que parece que ya está superada.
Pero sí creo que la susodicha paradoja –"el que quiera salvar su vida la perderá y el que pierda su vida por mí, la encontrará"- encierra una verdad un tanto sutil. Cuando me he encontrado con personas con un recorrido vital de entrega auténtica, en medio de su anciana fragilidad, mantienen una alegría y una manera de afrontar su vejez, envidiables. Encierran en su persona una valía, un sentido vital, una serenidad y una fortaleza que se trasparentan en su forma de hablar y relacionarse. No sé si todos y cada uno terminarán su vida más o menos acompañados, pero lo que sí voy viendo es que el darse a los demás, construye la persona y la hace recorrer la debilidad con entereza y esperanza.
Javi Morala, capuchino
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