martes, 14 de julio de 2020

¿QUÉ DICEN LOS EVANGELIOS SOBRE EL AMOR?

Ante Jesús se abrían en su época dos caminos espirituales a seguir: el de la ley o el del amor. El primero fue el tomado por el fariseísmo en general: se creía que cumplir las leyes religiosas con detalle le hacía a uno acreedor del favor de Dios. De ahí que los creyentes se lanzaban a tumba abierta al cumplimiento escrupuloso de las leyes.

Jesús ha tomado otro camino: el del amor. Lo que justifica a uno ante Dios no es lo que hace, sino lo que ama. Más allá de las limitaciones, las actitudes de compasión, de entrega, de amor son lo que define al seguidor de Jesús. Por eso, todos lo sabemos, Jesús ha hecho del amor el núcleo de su mensaje.
  • Cuando Jesús quiere dejar su testamento definitivo dice que eso consiste en amar como él ha amado (Jn 13,34-35). Jesús ha amado asimétricamente, cuando nosotros estábamos sin fuerzas, cuando no podíamos devolverle. Este es el distintivo del seguidor de Jesús.
  • Jesús cree que el “amor más grande” no es el amor a Dios, sino el amor al otro (Jn 15,13). Dar la vida, entregarla en cada acto de generosidad es el camino para amar a Dios. Un amor de componente histórico.
  • Así es: cuando a Jesús se le pregunta por el mayor mandamiento responde como dice la ley: el amor a Dios. Pero añade que hay un segundo que pasa a ser primero: el amor al hermano (Mt 22,34-40). Y de alguna forma, este segundo que pasa a ser como el primero tienen un rango de primariedad porque hace visible al primero: si no se ama al hermano a quien se ve ¿cómo se va amar a Dios a quien no se ve? (1 Jn 4,20).
Por eso el gran trabajo que habrá que hacer desde la vida y desde la fe es no apearse del amor y mantenerse creyente en que ese es el camino que nos lleva a Dios.

Texto: Jn 13,21-27: «Dicho esto, Jesús, profundamente conmovido, declaró y dijo:-Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía. Uno de ellos, al que Jesús tanto amaba, estaba a la mesa a su derecha. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía. Entonces él, sin más, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó:-Señor, ¿quién es?Le contestó Jesús:- Aquel a quien yo le dé un trozo de pan untado.Y untando el pan se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del pan, entró en él Satanás».

  • Hemos comentado otras veces este texto. Es insólito el modo como Jesús señala a quien le va a entregar. No hay un gesto así (el pan untado) en toda la Biblia. ¿Qué significa? Es un gesto de amor (como la madre que da panes untados a sus niños). Viene a decir: aunque me entregues, yo te sigo amando.
  • Es un gesto de amor en el límite donde se muestran las honduras del corazón de Jesús: podría haber reaccionado a la traición con rechazo, pero lo hace con amor continuado. Lo que él dice que distingue a sus seguidores, el amor entregado, lo pone en práctica el primero él en su vida.
  • Aunque haya entrado en él Satanás, Judas sigue siendo para Jesús un amigo al que no negará un beso en el momento de la entrega (Lc 22,48), gesto insólito también para designar ante los guardias a aquel a quien han de detener.

Aplicación: Todos nos vimos conmovidos este verano con aquella foto de un hombre de El Salvador ahogado abrazando a su hijita, también ahogada, cuando intentaban cruzar el río Bravo para entrar en Estados unidos. Es la foto del mal que encarnan nuestros estilos excluyentes que no consideran humanos a los frágiles. Fotos como esas deberían golpearnos la conciencia y estar siempre presentes ante nuestros ojos.

Puede leerse como un gesto último de amor: el padre que muere sin poder salvar de la muerte a su hija. Ese abrazo que no vale para nada en realidad es hermoso. Es el abrazo que se dan los crucificados de la tierra y que de algún modo ha de tener su fecundidad.

Es la foto del amor más grande, del amor del que hablaba Jesús, que no duda en entregar la vida por quien ama aunque parezca que no vale para nada porque no han logrado pasar el río. Pero ese gesto de amor tendría que conmovernos y, de alguna manera, hacernos sensibles a toda exclusión. El sueño de Jesús habla de algo de eso.

El papa Francisco, en un gesto de un cierto despecho profético, agradeció ese día a los mejicanos que sean tan acogedores. No dijo nada de los del otro lado, pero a buen entendedor…

Fidel Aizpurúa, capuchino

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