Sin embargo, se dan multitud de condicionamientos que hacen difícil conseguir la pretendida igualdad: están los hábitos grupales adquiridos, los modelos sociales que influyen, los diversos caracteres personales, cuestiones de género, dinámicas de trabajo y de organización, etc. De modo que el principio de igualdad entre los miembros de la comunidad, de la familia, de la fraternidad está bajo amenaza. Es más, siempre será algo a conseguir más que algo ya dado.
Por todo ello, siempre tendremos que estar atentos a dos cosas. La primera es la vigilancia de que la igualdad entre los hermanos/as sea efectiva, que no sea mera palabra para quedar bien. Deberemos poner los medios que ayudan a cuidar la igualdad entre los miembros: la autoridad limitada en el tiempo, denuncia de abusos de poder, cambio de personas en los distintos servicios, espacios donde la igualdad se hace visible y palpable, promoción de quienes siempre les toca ser menos…
Además, se dan dinamismos grupales y organizativos que hacen que algunos de sus miembros detenten mayor autoridad que los demás, ya que tienen la responsabilidad de decisión y de dirección de la colectividad. Sin embargo, todo deberá ser para el mejor funcionamiento del grupo de iguales.
Pero junto a los medios, también será necesario tener conciencia de que todos somos iguales ante Dios; no solo en derechos, sino en nuestra condición básica. Es Él quien nos ha precedido en la vida y en el amor, a todos por igual y a cada uno de modo personal.
Carta de Asís, junio 2023
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