Desde una perspectiva religiosa, los creyentes pensamos que la Pascua es una “fiesta de los cristianos”. Pero, desde la perspectiva evangélica, la Pascua es algo que afecta a todo el hecho histórico, a toda la humanidad. Por eso, podemos hablar de una “Pascua global”, de una realidad que no puede ser privatizada por nadie. No reduzcamos la vivencia de la Pascua a una práctica religiosa cristiana. Es un movimiento de vida que engloba a toda la realidad histórica. Una Pascua global para dicha de todos/as. (Fidel Aizpurúa)
Seamos libres y descubramos, de una vez por todas, que vivimos, y cada vez viviremos más, en la ciudad de todas las culturas. Y no vivamos esto como un mal inevitable, sino como la superación del final hegeliano de la historia. La homogeneidad no es el final de la historia, puesto que el estallido de la diversidad es una etapa superior, desde el punto de vista cultural, religioso, psicológico y antropológico. Vivir en la diversidad supone mayor madurez y mayor riqueza para la condición humana. Vivir en la supuesta homogeneidad comporta una estrechez de miras y una mayor pobreza cultural, porque, mientras que la diversidad nos permite adentrarnos en la inmensidad del “humanum”, que es el atrio de la divinidad, la homogeneidad reduce el universo humano a un patio de colegio. (J. Sols, La ciudad de todas las culturas, p.26-27)
No hay comentarios:
Publicar un comentario