acerca del dolor.
Es un conocimiento imprescindible,
que requiere templanza, amor y tiempo.
Mil veces renegué de los designios
del sufrimiento y de los recónditos
motivos de su ser y de su estar
en la esencia del hombre. No entendía
por qué me atenazaba en ocasiones,
y muchas veces me desesperé
intentando zafarme de sus manos terribles.
Y así anduve sin rumbo, hasta intuir un día
que en la noche convulsa del sollozo,
contrapuesta a la plácida mañana de oro puro,
busca y encuentra el mundo su equilibrio precario.
Hay luz y oscuridad,
sombra en el centro mismo de una brasa,
fulgor en la tiniebla.
Agaché la cabeza. Y, cuando vino,
acaté la zozobra que me correspondió;
hasta el fondo del pecho asumí su amenaza.
Y pude entonces constatar del todo
que al final del dolor no existe ya dolor,
que allí nos abre siempre la compasión sus brazos
y la verdad más honda es la alegría.
Eloy Sánchez Rosillo,
Oír la luz, Tusquets, Barcelona 2008.
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