La verdadera pobreza no viene dada por lo que se tiene sino por la actitud a la hora de compartir porque el problema definitivo no está tanto en la producción cuanto en el reparto. En ese sentido, el Evangelio es un libro que apunta al reparto más equitativo porque el reparto afecta al corazón, a las intenciones, a la percepción que se tiene del otro. Eso es lo que el Evangelio quiere modificar y si no llega a ellos, si el Evangelio se instala en la pura religiosidad, deviene estéril. Esto no se puede entender si no alienta en el compartir la profecía de la libertad y de la dignidad.
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