sábado, 22 de junio de 2013

Y VOSOTROS ¿QUIÉN DECÍS QUE SOY YO?

   Hay preguntas que nunca son respondidas definitivamente, sino que son un estímulo constante de la existencia. Entre esas preguntas se encuentra ésta formulada por Jesús: “¿Y vosotros, quién decís que soy yo?”. Porque lo peculiar del cristiano y del cristianismo no es su ética, ni su filosofía e, iba a decir, ni siquiera su teología; lo peculiar del cristiano y del cristianismo es su vinculación “a un tal Jesús, llamado Cristo”, que muerto, ha resucitado y vive entre nosotros. Pero tal vinculación sólo podrá ser auténtica cuando hayamos clarificado quien es ese Jesús.
   Cuando proliferan tantos retratos y tan dispares, esta pregunta es de palpitante actualidad. ¿Cuál es el verdadero rostro de Cristo? El nombre de Cristo ha servido a muchos y para muchas cosas... Tan peligroso es el olvido como el ruido; no sólo el polvo, también el oro pueden desfigurar u ocultar un rostro.
   “Jesucristo es el mismo hoy, ayer y siempre” (Hb 13,8). Pero esta afirmación no pone el punto y aparte, y menos aún el punto y final a la pregunta. Cristo está por ver y por decir. Cada época y cada pensamiento se ha visto confrontado con esta “bandera discutida” (Lc 2,35). También la nuestra, en la que recientemente el interés por Jesús cristalizó en dos manifestaciones populares: la del Cristo superstar y la del Cristo guerrillero. ¿Dos caricaturas? ¿Dos verdades a medias? En todo caso dos imágenes que hablan de la significatividad de Jesús: el rostro joven, alegre y rejuvenecedor -Cristo superestar- , y el del que encarna la pasión por la justicia y la causa de los oprimidos -Cristo guerrillero-.
   Pero en nuestra época -¿entre nosotros?- hay una tercera caricatura: la del Cristo aburrido de los aburridos; la de aquellos que a fuerza de decir que creen en él, se han habituado a él hasta olvidarlo prácticamente.
   "¿Quién decís que soy?" Es una pregunta con doble dirección. ¿Quién decís vosotros que soy yo para vosotros? ¿Qué significo yo en tu vida? Y ¿quién decís que soy yo a los otros?
   La primera nos llevará al campo de la oración, porque “nadie viene a mí si el Padre no lo atrae” (Jn 6,44). El auténtico conocimiento de Jesús como Camino, Verdad y Vida (Jn 14,6) no es una conquista humana, sino una gracia del Padre Dios. “Bienaventurado tú, Simón Pedro, porque esto no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre” (Mt 16,7), contesta Jesús a la profesión de fe de san Pedro.
   La segunda nos conducirá al campo del testimonio: porque ese Jesús conocido ha de ser testimoniado. No puede ser guardado como un tesoro oculto, sino mostrado como una luz que brilla para iluminar a todos los de casa.
   “¿Quién decís que soy yo?” Es una buena pregunta, que espera respuesta de nuestra parte.
Domingo Montero


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