domingo, 26 de octubre de 2014

SHEMÁ

“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser”

   Realmente, no hay manera mayor de amar algo. Lo que dudo es que sepamos amar así, porque lo queramos o no, nuestra mente inquieta y limitada no deja de poner etiquetas que provocan continuamente el juicio sobre todo lo que vivimos y conocemos.
   Pero Jesús, que no se anda con medias tintas, apunta bien alto para que tengamos millas y millas donde desarrollar nuestras posibilidades como si cada uno de nosotros fuéramos un gran atleta.
   Amar a Dios así, como hoy nos propone el Evangelio, es amarlo con todo lo que somos y hacemos sin tener más remedio, por habitar dentro de nosotros. Y en ese viaje al interior, en su búsqueda pasaremos por todo aquello que no conocemos o no nos gusta de nosotros mismos y que sin más remedio tendremos que aceptar. Con lo que de nuevo surge la necesaria observación o advertencia: no busquemos a Dios fuera ni a través de nada, Dios ya está y es imposible que no esté. Doble consecución por tanto: al mirar hacia dentro, lo encuentro a Él y me encuentro a mí. Y ¿cómo hacer eso? En mi experiencia, tomar conciencia de todo lo que es, lo que acontece y cómo resuena en mí. No dejar nada al azar sino al fluir normal de la vida y acogerlo como todo lo que forma parte del plan de Dios en mí, sólo hay que dejar que se aposente y forme parte de mi crecimiento y experiencia de Dios.
   Y en un segundo paso, conocer, no etiquetar y por tanto amar todo aquello que aún no puedo llamar que es mío y que considero como prójimo porque salta a mi vida como extraño. En ese prójimo están contenidos los que me rodean, y los acontecimientos o aspectos de mi vida que desconozco o que no me gustan tanto, porque en el abanico que somos, Dios está en todo.
   En el marco de la puerta de mi casa tengo una pequeña placa con la oración que llamamos del Shemá que aparece para este domingo y que tan importante es para los judíos. No siempre lo hago, pero cada vez que lo recuerdo la toco con la mano al entrar y al salir como recuerdo de qué es lo único cierto y que se mantiene en mi vida: “Dios es”, lo demás… No sé.
CLARA LÓPEZ RUBIO


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