sábado, 11 de octubre de 2014

UNA BODA CELEBRADA EN LO PROFUNDO

   Voy a aventurarme a hacer el comentario de este Evangelio en las claves del Reino que se vive en lo profundo. Ante la cercanía ya de la festividad de Santa Teresa, viviremos esta invitación a la boda en clave personal e intimista.
   El primer dato que salta a la vista es que el Rey celebra las bodas de su Hijo y llama a los convidados a su fiesta. Ante una llamada así, al principio son muchos los convidados pero también muchos los que no quieren ir. En apariencia, son muchas las partes de mi vida las que se “enteran” que hay mucho por lo que apostar pero cuesta cambiar para ir acallando los juicios, las expectativas, la forma de vivir desde fuera… y si no se libra una batalla desde el Espíritu, terminamos abortando la misión y por tanto declinando la invitación al Reino.
   Es necesario un segundo paso, una nueva invitación. A Dios le “toca” removerse y a mí rascar más adentro, en las entrañas e invitar a todo aquello que se mueve en lo más profundo para sentir que todo lo que forma parte de nosotros es digno de acudir a este banquete, porque Dios nos quiere con todo lo que somos.
   Y es en las encrucijadas de la vida cuando aprendemos a ponerlo todo sobre la mesa para conocerlo primero y amarlo después.
   Aún así, en mitad de este proceso, numerosas veces se nos presentarán “convidados” que aún vivirán en las claves de la apariencia y que cuando creamos que más controlamos aquello de vivir en el Espíritu más nos sorprenderán saliendo con fuerza en forma de juicio, de apego, de no estar viviendo el presente. Ya no habrá vuelta atrás, ya no podremos ser condescendientes con ese que se nos cuela “sin traje” de fiesta, pronto será echado al fuego, porque en la Morada más interior del Castillo, sólo se vive con un traje, el del encuentro con el Dios que todo lo habita más allá de etiquetas y otras connotaciones.
CLARA LÓPEZ RUBIO

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