Siempre me ocurre lo mismo cuando me adentro en esos paisajes impresionantes de los Pirineos. Repito año tras año a mis compañeros de travesía: “¡no me dan ninguna envidia los que van de vacaciones a Nueva York, Indonesia o cualquier playa paradisiaca! ¡Cada año me sigo impresionando por estas montañas y valles de nuestra misma tierra!”.
Pero en el fondo, esta afirmación encerraba una intuición mayor que todavía no había hecho consciente y que el otro día emergió ayudado por un texto que Christian Bobin tiene en la página 17 de su libro “Las ruinas del cielo”, traducido en Sibirana Ediciones:
“¿Por qué viajar? Salgo diez metros y ya estoy invadido de visiones, inundado:
no ando bajo el cielo sino inundado en el fondo del mismo,
con tonos de azul sobre mi cráneo.
Me asfixio de tanto respirar, saciado del aire y de luz.
En diez segundos he hecho un paseo de diez siglos.
La vida tiene una densidad explosiva. Un guijarro minúsculo contiene todos los reinos.
Cuando siento los cristales de aire helado chocar en mis mejillas,
sé inmediatamente que yo existo y que Dios existe conmigo.
No hay más que una sola vida y ésta no tiene fin”.
¡Qué bien expresa que cada instante lo encierra todo, todas las posibilidades, toda la densidad de la vida! Pero para adentrarte en la vida no hace falta buscar en experiencias únicas, sorprendentes, novedosas, impactantes, emocionantes, en experiencias bondadosas, siempre placenteras, sin conflicto. Porque lo cotidiano lleva en sí mismo lo maravilloso, sólo hay que dejar que se muestre, dejar que cada momento sea él mismo, sin pretender nada de él, sin instrumentalizar la existencia.
Pero nos lo ponemos complicado a nosotros mismos porque creemos que vamos a sacarle todo el jugo a la vida si acumulo experiencias, y cuanto más novedosas y emocionantes mejor. Y probablemente en un momento de la historia personal venga bien llenarse de nuevas vivencias, conocer y abrirte a otras culturas y sensibilidades. Pero también la vida se nos presenta con toda su fuerza en cada instante, con toda su carga de humanidad y de sacralidad y la búsqueda continua de experiencias nos inhabilita para este encuentro. Salir de este engaño, puede ayudar a rebajar el nivel de exigencia respecto a tantas cosas que nos obligamos a hacer para ser felices y atemperarnos en una atención vital que nos pueda permitir adentrarnos en cada momento de la vida, con toda su serenidad e infinitud. ¡Suerte en el intento!
Javi Morala, capuchino
¡Ojalá seamos capaces de percibir la inmensa densidad de la vida!
ResponderEliminarOjalá seamos capaces de parar, pues sin pausa difícilmente tomamos conciencia de nuestro estar vivos, de lo intensa que puede ser la vida en cada instante y del tremendo regalo que supone VIVIR.
Nos deseo algún rato tranquilo, aunque sea de vez en cuando, para dedicarnos "solamente" a respirar, a estar vivos sin más, habitando en el momento PRESENTE.