La Asamblea General de Naciones Unidas designó en 2011, el 30 de julio, como el Día Internacional de la Amistad. La finalidad es que la amistad entre los pueblos, los países, las culturas y las personas pueda inspirar iniciativas de paz, a la vez que es también una oportunidad de tender puentes entre las comunidades. La resolución de Naciones Unidas pone un especial énfasis en la importancia de implicar a los jóvenes y a los futuros líderes en actividades comunitarias encaminadas a fomentar la inclusión de las distintas culturas y el respeto entre ellas, promoviendo a la vez la comprensión internacional y el respeto de la diversidad.
El tiempo de verano es el tiempo vacacional para muchas personas, es un buen mes para vivir y valorar la amistad. A lo largo de la vida, disfrutamos de la compañía de diferentes tipos de amigos. Los amigos de nuestra niñez, de la escuela, el “mejor amigo” durante la adolescencia, amigos que hacemos en el trabajo... Algunos permanecen con el paso del tiempo. Ante ellos me puedo mostrar tal como soy, sin necesidad de disimulos, dada la aceptación total y absoluta que recibimos mutuamente.
Uno de los rasgos más característicos de los buenos amigos es la capacidad de disfrutar de la presencia del otro o de los otros, de pasarlo bien juntos. En compañía de los amigos es fácil pasar un rato agradable. No importa tanto lo que se haga, cuanto el simple hecho de jugar, bromear, charlar, pasear… No hay amistad sin afecto, sin expresión de un modo u otro, de la ternura, del cariño y del interés por la otra persona.
La sabiduría popular siempre ha manifestado su convicción de que la amistad se verifica en los momentos de dificultad. Sabemos realmente que contamos con un amigo cuando confiamos en que él será capaz de dar, de arriesgar, de perder, si es el caso, algo de sí mismo a nuestro favor. Sabemos también que, solo en la misma media en que estemos dispuestos a ello seremos amigos.
La tradición bíblica nos presenta la relación de Dios con el ser humano en clave de amistad. Nuestro Dios es un Dios Amor, que no nos llama siervos sino amigos. Las lágrimas de Jesús por su amigo Lázaro tal vez sean la mejor expresión de amistad y de compasión por el amigo. Jn 11,35 es el versículo más breve de toda la Escritura; tres palabras: “Y Jesús lloró”. El más breve, pero el más significativo.
Dice un refrán: “Podrás olvidar a los que rieron contigo, pero nunca olvidarás a los que lloraron contigo”.
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