jueves, 5 de enero de 2017

HIJO DE LA TIERRA

Hay un documental, premiado en los Goya, que lleva el título de Hijos de la tierra. De él tomamos el título, nada más. Es que podemos entender a Jesús como un hijo de la tierra, el mejor, el más fiel, el más de la tierra.

El imaginario religioso nos da a pensar que Jesús viene de arriba, de las estrellas, del cielo. Lo creemos tan divino que su nacimiento no puede ser tan humilde y tan pobre como el nuestro que tiene por origen la tierra, el vientre de una madre que es de la tierra. Pero el nacimiento de Jesús es así de igual y su origen exactamente el mismo. No viene de las estrellas, viene de la tierra.

Por eso, el misterio de la encarnación puede llegar a plantearse y vivirse desde esta simple y contundente pertenencia a la tierra. ¿Cómo esto que es de la tierra tiene dentro el hálito de lo divino, la vida de un humilde que se identifica con la tierra, la fuerza de la pobreza de la tierra?

Nos sentimos mejor en el imaginario de lo excelso, de lo distinto, de lo especial, de lo divino. Pero, ¿no podríamos, como creyentes adultos, pensar en un Jesús que encarna lo divino siendo tierra? ¿Es poco pensar y amar a un Dios que es tierra por amor? ¿Es empobrecerla resituar la encarnación en el marco de lo terrestre? ¿No es eso mismo la encarnación, locura de amor del Dios que se mezcla a la tierra?

Y si se acepta esto, la derivación es fácil: sería tarea nuestra encarnacional no solamente el vivir bien en la tierra, sino el sentirse tierra, viniendo de ella y volviendo a ella, como madre que nos da a luz y madre que nos acoge al final para una vida plena. Hacer más “terrenal” la experiencia cristiana; ésa sería una tarea encarnacional.

Quizá sea mejor equivocarse en un planteamiento espiritual que quedarse quieto en los de siempre y vivirlos rutinariamente. Y la Navidad, con toda su parafernalia, empuja a quedarse en lo de siempre, aunque como adultos que tienen conciencia nos percatemos que eso es mera y bienintencionada superficialidad.

Por eso, cualquier intento de que la hermosa Navidad no pase en balde será válido. Si no sirviera este enfoque, otro. Pero situarse en planteamientos que no enriquecen tampoco lleva a nada.
Fidel Aizpurúa, capuchino

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