Fuimos participes del recuento bianual que hace Cruz Roja de personas sin hogar. Y al final de la noche, volvimos a la sede con una sonrisa y muchas experiencias que compartir.
Empezando por el maravilloso hecho de conocer al resto de voluntarios, personas de tu misma ciudad con tus mismos intereses y preocupaciones sociales. Ver a tanta gente interesada en darse a los demás, aunque sea por unas horas.
Cuando salimos a peinar la ciudad, teníamos ideas contrarias a la hora de encontrarnos con gente: por una parte, estábamos deseosos de encontrarnos cuantas menos personas mejor; y por otra, queríamos poder tener la experiencia y la oportunidad de hablar con una de estas personas, escucharles y darles nuestro tiempo y nuestra pequeña ayuda.
En mi grupo tuvimos la suerte o la desgracia de encontrarnos con 5 personas en situación de pobreza, y de poder hablar con dos de ellos. Les prestamos nuestra escucha atenta, un regalo que parece mínimo pero que no lo es para quién nunca ha sido escuchado. Todos queremos ser oídos, y no ser una mota de polvo que vuela por la ciudad, sin ser vista ni atendida.
Era curioso observar como el resto de viandantes nos miraban mientras hablábamos con una de las personas sin hogar. Desde mi posición, sentada en el suelo junto a una mujer que pedía en la calle, vi cómo nos miraban. Primero, con sorpresa y estupefacción: qué hacen ahí, sentadas y hablando con esa persona a la que veo cada día con pena o indiferencia, pero pasando de largo con rapidez, sin pararme siquiera a pensar que es una ciudadana igual que yo. Después comencé a ver en sus ojos interés, por ver qué hacíamos ahí: la curiosidad que te pica, ante una situación poco habitual. Por último, vi como algunos nos miraban con admiración, como valorando lo que allí estábamos haciendo.
Esto me lleva a pensar que queda mucho por concienciar en esta sociedad. Vivimos en nuestra rutina sin conocer la gran y cruda realidad de tantas y tantas personas que no tienen un lugar al que llamar hogar.
Animo a todo el mundo a participar en otros recuentos y en el voluntariado de Cruz Roja que a diario trabaja por y para las personas sin hogar, para que sus vidas sean un poquito mejor.
Y solo deseo que el recuento cada vez nos salga menor, que haya un hogar para cada ciudadano.
Irene Ortiz
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