Lo digo porque tenemos muchos ejemplos de personas que han ganado millones de euros en la lotería y han terminado viviendo en la calle, u otras bellísimas y muy famosas que se han acabado suicidando.
Hay un texto de Pablo a los Filipenses que dice que Cristo siendo de condición divina, tomó la condición de esclavo pasando por uno de tantos. Y “por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre”. Es decir que Jesús haya alcanzado el culmen de la vida verdadera –sobre todo- no es tanto por lo que ha hecho, sino por cómo ha hecho las cosas –tomó la condición de esclavo-, por su actitud de vivir desde abajo, como uno de tantos, de acoger la vida tal y como viene.
Y esto coincide con lo que decíamos al principio, que la clave de la vida no está en lo que nos toca vivir sino desde dónde vivimos las cosas. Por eso no tiene tanto sentido estar suspirando por llegar a ser rico, o ser un buen médico como por aprender a vivir lo que me toca con alegría, agradecimiento y serenidad.
Dice también Pablo, esta vez a los Corintios: “¿Dónde está muerte tu victoria? ¿Dónde está muerte tu aguijón? El aguijón de la muerte es el pecado”. Lo que realmente nos hace daño de la muerte no es ella misma, sino el pecado, nuestra incapacidad de aceptarla, o lo que es lo mismo nuestra actitud ante ella. Es decir, lo malo de lo que vivimos como aparentemente negativo no está en el contenido de lo que vivimos sino en el modo en que lo hacemos: sin aceptar la realidad, sin acoger la vida tal y como se presenta, rebelándonos contra ella.
Javi Morala, capuchino
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