Un buen cristiano se inventó los “estatutos de la amabilidad” y los tenía enmarcados en su cuarto para repasarlos a diario. Forman una especie de código de la felicidad sencillo, de andar por casa, pero sincero y realista. Escribió así:
1. Sonreír siempre a las personas con las que convives
2. Ofrecerte siempre para ayudar
3. Evitar o suavizar las penas a los demás
4. Contener todo gesto de impaciencia o mal humor
5. Cuidar especialmente a las personas difíciles
6. Mandar siempre con benevolencia
7. Ser comprensivo con los defectos y miserias del prójimo
8. Excusar y defender a los que han fallado
9. Corregir con delicadeza y sintiendo dolor por ello
10. Ser respetuoso y cortés sin ser empalagoso
11. Hablar siempre bien de los demás o mejor callar
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