jueves, 6 de septiembre de 2018

LA RESACA DE LAS VACACIONES

Algo que intento que no falte en mis vacaciones de verano es una travesía por Pirineos. Este año hemos caminado siguiendo un tramo de la GR-10 (la transpirenaica francesa), en la zona de Béarn. Muchas de las veces que volvía la mirada para tomar aire, en medio de una subida de varias horas, me encontraba con un valle de montaña verdísimo, de mucha altura e inclinación, con unas paredes casi verticales que, mezcladas con la roca, despertaban en mí asombro y admiración. Además, no era sólo ese valle, sino que estaba superpuesto a varios más, con un horizonte de cumbres rocosas como telón de fondo. El conjunto era sorprendente, bellísimo y me acercaba a lo que tiene el mundo de infinito, de inconmensurable, de trascendente, de mágico, de Dios.

Y, de alguna forma, también me reconcilia con la vida porque me surge decir algo parecido a esto: “¡Qué bello es el mundo!”. Me podréis responder diciendo que en el mundo hay también muchas realidades espeluznantes, horribles. Es verdad, pero creo que la belleza, es anterior, es primera, es más básica y esencial al mundo que lo repugnante de este. Es algo muy parecido a lo que expresa Josep María Esquirol en su libro La penúltima bondad: “a pesar de que el mal es muy radical, el bien aún lo es más; el mundo humano se sostiene por la bondad”.
Javi Morala, capuchino

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