Seguir el Santo Evangelio evitando caminos solitarios, aprendiendo a compartir, a respetar, a tolerar, a perdonar, a echarnos la mano y amarnos aunque cueste mucho e incluso parezca absurdo para los demás, porque así con esa transparencia amaba nuestro maestro Jesús.
Vivir el carisma de Francisco es, entre otras cosas más, optar por la unidad aunque muchos quieran o les convenga dividirnos. Ser un solo rebaño, en fraternidad, con el corazón vuelto al Señor para anunciar al mundo, con la vida y la palabra, que sólo él es grande, altísimo y todo poderoso, pero al mismo tiempo íntimo, cercano y todo cariñoso.
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