martes, 14 de enero de 2020

EL TRABAJO SE COME SU ALEGRÍA

Ahora que estamos inmersos en el estrés posvacacional, quizás nos venga bien reflexionar sobre el trabajo. Un jefe de la isla de Samoa relacionaba, ya a comienzos del siglo pasado, la tristeza de los europeos con su incapacidad de disfrutar del trabajo: “Hay más gente en Europa con el rostro gris ceniza que árboles hay en nuestras islas. Porque no obtienen ningún placer de su trabajo, porque su trabajo se come toda su alegría y porque nunca hacen nada por su propio gusto, ni siquiera una hoja, no importa cuánto tiempo trabajen”. En la cultura actual se entiende el trabajo y al trabajador como un mero instrumento de producción, y se le asocian estos significados:
  • El sentido del trabajo se reduce a conseguir cubrir de forma precaria las necesidades básicas del trabajador: “trabajo para pagar mis facturas”.
  • Otros hablan del valor del trabajo en cuanto que te posibilita un placer posterior en el consumo y satisface tus deseos: “trabajo para tener un coche y una gran casa, etc.”
  • Hay quien encuentra que el trabajo puede ayudar a vivir más y mejor, por el sentimiento de orgullo o de ambición que genera: “trabajo para ser alguien en la vida”.
  • Algunas teorías justifican que el trabajo alienante que arrebata las capacidades del trabajador, se compensan en cuanto que se pueden recuperar en su tiempo libre: “estoy ‘fastidiado’ pero compenso con la vida que me doy después”.
En todos los casos el sentido que dan a la tarea no está en sí misma, sino fuera de ella, en algunas de las consecuencias que se suceden a ésta y por tanto no se nos da la oportunidad de vivir plenamente el espacio laboral, mientras lo estamos ejerciendo, sino que se nos propone enajenarnos de éste, para encontrarle un valor. Por tanto parece evidente que estas propuestas no nos pueden liberar de la tristeza del trabajo.

Hay un disfrute del propio trabajo que en muchas ocasiones hemos olvidado y que necesitamos recuperar retomando su sentido central: con el trabajo ¡¡colaboramos en el cuidado y la transformación del mundo!! Con nuestra labor cotidiana ¡¡somos cocreadores con el Padre, a imagen y semejanza del Dios creador!! Todo trabajo se realiza para otras personas, por tanto, toda ocupación puede tener sentido. El problema es hacer que ese sentido sea significativo, sea patente para mí.

Después de que uno ha conquistado su autonomía personal, cuando es capaz de descentrarse de sí mismo y unificarse en el trabajo para los demás, entonces encuentra un motivo para vivir. Ver el quehacer como misión es ir más allá del esfuerzo hasta su sentido final. Trabajar es un servicio en el que se es capaz de desprenderse de sí mismo y de las aficiones preferidas. Desde aquí, una labor aunque no sea la ideal para uno, puede ser vivida con pleno sentido y por tanto con alegría: es la “gracia del trabajo” de la que habla Francisco de Asís (Regla bulada V, 1).

Javi Morala, capuchino

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