miércoles, 5 de agosto de 2020

MIRAR HACIA ATRÁS PARA CAMINAR CON MÁS FUERZA

Hoy no es un día más, es un día diferente. Llevo en España, alejado de mi familia, exactamente un año. Este es el primer pensamiento que me viene al cabeza, recién levantado, mientras miro por la ventana de mi humilde habitación antes de ir a trabajar. Son las 5:30 de la mañana, todavía es noche cerrada y observo en el termómetro de la farmacia que hay enfrente de mi ventana, que en la calle hay - 4ºC. Me sumerjo en mis pensamientos mientras me voy aseando y vistiendo. Hoy descubriré el verdadero frío exterior de esta ciudad y de este país. El frio físico, porque el frío interior llevo justo un año experimentándolo.

Empiezo a recordar y a hacer balance de este último año y medio. De todas las cosas que han sucedido en mi vida. Todo dio un giro inesperado tras las manifestaciones en las calles de mi ciudad natal, en Nicaragua, por defender una sociedad mejor para mis hijos y mi familia. Por defender los derechos humanos. En esa manifestación fui fichado por la policía de mi país y empecé a tener problemas. Sufrí extorsión por parte de la gente del gobierno y tuve que abandonar mi país, a mi familia y toda la vida que hasta entonces había construido. ¡Dios mío! Cómo me acuerdo de mis hijos, que ganas tengo de abrazarlos, de achucharlos, de jugar con ellos… Todavía me tengo que seguir conformando con que me enseñen las notas del colegio o que me muestren los regalos de Navidad en video llamada…. Y de mi esposa, nadie imagina las ganas que tengo de abrazarla…De irnos de paseo y comernos un helado hablando de nuestras cosas… Cada día que pasa soy más consciente de que ellos son la fuerza y el empuje que necesito para luchar por mejorar mi situación y para que todo cambie…

Mientras pongo la cafetera para desayunar, sigo pensando en si todo este esfuerzo vale la pena… “Si hubiera sabido que iba a vivir todo este sufrimiento... No hubiese ido a esa manifestación….” Salir de mi país ha sido muchísimo más duro que lo yo pensaba. Quien me iba a decir a mí que después de 7 años de estudios en la universidad, cursando los estudios de ingeniería informática, me iba a ver en la situación que estoy viviendo. Encontrar trabajo en Europa no está siendo nada fácil, ¡Dichosos papeles! En este lado del mundo sin papeles, sin identificación, no cuentas para la sociedad, es como si fueses un mueble o un árbol de esos que están en cualquier paseo, rodeado de mucha gente a tu lado, pero solo unos pocos son capaces de verte.

Me saca de mis pensamientos la alarma del microondas avisándome de que la leche ya está lista. Desayuno apresuradamente y pongo rumbo a la calle para acudir al trabajo. Mientras camino hacia la parada del autobús, me hago consciente del frío que hace cuando veo que los coches están cubiertos de hielo. Les hago una foto para mandársela a mis hijos para que vean lo diferente que es esto a su día a día. A ellos les cuesta creer que aquí haga tanto frío y que sea tan diferente. Mientras hago la foto me surge un sentimiento de agradecimiento pleno hacia este país y a sus gentes, de cómo me han acogido y particularmente a la gente del Centro Social San Antonio.

¡Madre mía! Recuerdo muy bien el primer día que llegue a San Antonio… La entrevista con la trabajadora social, y el primer día que comí en el comedor… (Ese día sí que estaba mal), no veía la luz, pero aun así me di cuenta de que tanto los voluntarios como los usuarios del comedor trataban de darme ánimos. Desde ese primer día empecé a luchar para intentar cambiar la situación, y a trabajar por los objetivos que me había propuesto, que no son otros más que asentarme en este país y poder traer a mi familia, sabiendo con resignación que no podré regresar al mío mientras no cambie la situación política que existe actualmente ya que si volviera me llevarían preso. Este tiempo está resultando duro, demasiado duro diría yo. A veces preferiría seguir comiendo frijoles y que el futuro siga siendo tan poco prometedor como es el de mi país, pero el amor a mis hijos hace que no tire la toalla y siga luchando cada día. La verdad es que a pesar de mi difícil situación, he tenido mucha suerte. Por el camino me he encontrado con gente buena, nuevos amigos y amistades muy gratificantes. En el centro social me han ayudado en todo esto. Ellos son los que durante este tiempo me han sostenido, cubriendo mis necesidades más básicas. Puedo acudir a su comedor desde el primer día que me entrevisté con la trabajadora social y me han proporcionado ropa de abrigo y mantas para pasar el duro invierno de esta tierra, no sé qué hubiera pasado si no hubiese conocido este centro, estaré eternamente agradecido...

Sin apenas darme cuenta llego a la parada del autobús y a lo lejos vislumbro el autobús que me deja en el polígono, enseguida llega me subo y me siento al lado del conductor como todas las mañanas. Hoy después de un año de vivir en esta ciudad siento que voy dando pasos, tengo un trabajo a media jornada que me aporta un ingresos económicos para poder ir viviendo y ayudar a mi familia; además de ir ahorrando para que en un futuro no muy lejano pueda traer a mi familia aquí conmigo. Pero también soy consciente de que quedan días duros por vivir hasta que logre el objetivo tan preciado de abrazar a mi familia y poder obsequiarles a mi hijos, un futuro más esperanzador que el que ahora mismo tienen en nuestro país.

Sé que no estoy solo, que cerca de mí en el Centro Social San Antonio me ayudarán en todo lo que puedan con comida, ropa y otros servicios; y que además tanto voluntarios como trabajadores del mismo intentarán acompañarme en el plano afectivo como hacen actualmente aunque no sea lo mismo que el amor de mi familia, pero se agradece el cariño de los demás. Aquí he conocido nuevas personas, nuevos amigos donde encontrar una mirada de apoyo o de complicidad, en definitiva, en sentirme apoyado y comprendido. Es mi “otra familia”.

Apenas sin darme cuenta hemos llegado a la parada del almacén donde me debo de bajar. Me sorprenden los rayos de luz de un nuevo amanecer con un sentimiento. Pese a los días oscuros está mereciendo la pena. Ya que todos los días sale el sol…

sercade.org

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