- Elegir amar la sociedad: La ciudad en la que vivimos, el país del que hacemos parte. Es la fraternidad social de la que habla FT. Es el “amor político”, una forma eximia de amar según Juan Pablo II. Vivir en rechazo con la sociedad es imposibilitarse para entender la encarnación. Puede y debe ser, en ocasiones, un amor crítico. Pero, al fin y al cabo, ha de ser amor. Hay que escuchar los latidos profundos del anhelo de justicia (como se ha visto en el campeonato mundial de futbol) y el sueño de un estilo de vida humana más solidario, por muy lejos que estemos del ideal. Elegir amar la sociedad no puede ser un horizonte que no nos incumba.
- Elegir amar la Iglesia: Aunque también haya que hacerlo con sentido crítico. Elegir amar las diversas experiencias de vida cristiana que, aunque sea en distinto barco, van al mismo puerto. Elegir amar con dolor el cuerpo herido de la Iglesia (abusos, inmatriculaciones) que es cuerpo herido de todos. Elegir amar la Iglesia de los que resisten, de quienes profetizan, de toda persona creyente que sigue viviendo la fe en maneras alternativas, marginales incluso. Elegir amar la Iglesia de los sencillos, de los cansados, de los crédulos incluso, aunque no se dé cancha a su credulidad.
- Elegir amar la comunidad: En todos sus miembros, en los brillantes y en los opacos, en los que son un respiro y en los que abruman, en los que colaboran y en quien va desganado. Elegir amar a los hermanos/as cada día para que no se nos muera esta planta hermosa y delicada del vivir juntos. Elegir amar la comunidad en esta hora de reducción y pobreza, amarla aún más si cabe porque su debilidad es más clara.
- Elegir amar a los frágiles: A los más humildes, a quienes tienen fuertes dificultades económicas, a los más desgastados por la enfermedad o la soledad, a quien tiene poca influencia. Desvelar sus valores escondidos, intuir sus pequeños gozos que también los tienen, sumarse a sus causas o, al menos, mirarlas con cierta simpatía. Que no se nos haga tan lejano ese mundo porque es el lugar privilegiado de la encarnación. Elegir con paz, pero con interés.
Fidel Aizpurúa, capuchino
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