Esta mirada más elevada a la cual nos empuja la solidaridad implica trabajar por cambiar la realidad social y política en aspectos tanto globales a nivel mundial y planetario como en otros más particulares a nivel más municipal y del entorno más cercano. Es verdad que esto genera un cierto malestar en bastantes ámbitos sociales y eclesiales, pero la doctrina social de la Iglesia siempre ha afirmado esta dimensión importante de la fe: el trabajo por el cambio hacia una sociedad más justa en atención a los pobres y desheredados del mundo.
Ciertamente la solidaridad cristiana nace de la misericordia que Dios tiene hacia nosotros, pero esta dimensión de nuestra fe tiene implicaciones que nos sacan de nuestros individualismos, nos hacen mirar los mecanismos que hacen que el mundo sea así y nos empujan a trabajar por cambiar hacia otros escenarios más justos y misericordiosos para todos.
En medio de esta sociedad donde parece que las decisiones se dejan solo para los expertos y profesionales de lo político y económico, la solidaridad también me lleva a mirar la sociedad y su marcha con una mirada más elevada de lo individual y particular y trabajar por el cambio de la realidad tanto particular como más global.
Carta de Asís, enero 2023
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