Dice san Francisco de Asís que “cuanto es el hombre ante Dios, tanto es y no más”. O sea: ante Dios no valen títulos, cargos, influencias, dineros, poder, etc. Lo que eres de cara al hermano, sobre todo al frágil, eso eres de verdad. ¿Sirves a los frágiles? Eso eres ante Dios. ¿No les sirves? Ya puedes marear la cosa: no eres seguidor de Jesús. Todos sabemos que las cosas del evangelio funcionan así.
El evangelio pretende cambiar nuestro chip interior: hacer de uno que quiere ser servido, un servidor. No nos parezca imposible porque, si fuera así, ¿para qué se nos ha dado el evangelio? Podemos lograr, en parte, una nueva manera de ser. Es cuestión de confianza en Dios y de trabajo fiel por nuestra parte.
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