En junio de este año 2013 apareció en todos los medios una mujer de 74 años de Jaén que había quedado endeudada por aceptar una “herencia envenenada” del asesino de su hija. Y también se ha puesto sobre la mesa informativa cómo está aumentando de forma considerable, en estos tiempos de crisis, las renuncias a herencias por no poder hacerse cargo de las deudas que llevan consigo.
Pero no sólo eso. Entre algunas grandes fortunas se está extendiendo el sentir de que dejar toda la herencia a los hijos significa “malcriarlos”, no educarlos en el esfuerzo y el trabajo, como dice María Ángeles Durán, catedrática de Sociología y profesora de Investigación del CSIC. Y en esta misma dirección indica Bill Gates: "Dejarles todo mi dinero a mis hijos sería una irresponsabilidad". Es una tendencia que se está extendiendo entre las grandes fortunas que además tiene un objetivo filantrópico: donar en vida la mayor parte de la riqueza acumulada a sociedades o personas menos favorecidas.
Es llamativo cómo lo aparentemente bueno, como una cantidad ingente de dinero, puede ser negativo para unas personas, según sus progenitores. ¿Y si nosotros también recibimos herencias envenenadas? ¿Y si muchas de las supuestas ventajas que recibimos como herencia, por pertenecer a esta cultura, nos están resultando perniciosas? ¿Y si comodidades, estilo de vida, entretenimientos, etc. que creemos que nos ayudan a vivir mejor son en realidad grandes fardos que no nos dejan ser la persona que llevamos dentro?
Henry David Thoreau, uno del los padres de la desobediencia civil junto con Gandhi, tiene unas reflexiones de búsqueda personal muy reveladoras: “Al acumular propiedades, para nosotros o nuestros herederos (…) o incluso al adquirir fama, nos hacemos mortales; pero cuando tratamos con la verdad, somos inmortales” (Walden. Errata Naturae editores 2013. Página 105). Es decir no son las herencias lo que nos van a llevar a una “vida plena”. En el fondo es lo mismo que nos dice Jesús: “No acumuléis tesoros en la tierra, donde roen la polilla y la carcoma, donde los ladrones perforan paredes y roban. Acumulad tesoros en el cielo, donde no roen polilla ni carcoma, donde los ladrones no abren brechas ni roban” (Mt 6, 19-20).
Todo esto parece ponernos en guardia ante “las herencias” recibidas tanto por nuestra cultura como por las instituciones a las que pertenecemos. ¿Cuáles de esas herencias recibidas están siendo un obstáculo para nuestra vida? ¿Tenemos capacidad de discernimiento suficiente para desenmascararlas? ¿Somos esclavos de de estas herencias o tenemos la fuerza suficiente como para liberarnos de ellas? Que la oración nos ayude a elaborar estas cuestiones. Un abrazo.
Pero no sólo eso. Entre algunas grandes fortunas se está extendiendo el sentir de que dejar toda la herencia a los hijos significa “malcriarlos”, no educarlos en el esfuerzo y el trabajo, como dice María Ángeles Durán, catedrática de Sociología y profesora de Investigación del CSIC. Y en esta misma dirección indica Bill Gates: "Dejarles todo mi dinero a mis hijos sería una irresponsabilidad". Es una tendencia que se está extendiendo entre las grandes fortunas que además tiene un objetivo filantrópico: donar en vida la mayor parte de la riqueza acumulada a sociedades o personas menos favorecidas.
Es llamativo cómo lo aparentemente bueno, como una cantidad ingente de dinero, puede ser negativo para unas personas, según sus progenitores. ¿Y si nosotros también recibimos herencias envenenadas? ¿Y si muchas de las supuestas ventajas que recibimos como herencia, por pertenecer a esta cultura, nos están resultando perniciosas? ¿Y si comodidades, estilo de vida, entretenimientos, etc. que creemos que nos ayudan a vivir mejor son en realidad grandes fardos que no nos dejan ser la persona que llevamos dentro?
Henry David Thoreau, uno del los padres de la desobediencia civil junto con Gandhi, tiene unas reflexiones de búsqueda personal muy reveladoras: “Al acumular propiedades, para nosotros o nuestros herederos (…) o incluso al adquirir fama, nos hacemos mortales; pero cuando tratamos con la verdad, somos inmortales” (Walden. Errata Naturae editores 2013. Página 105). Es decir no son las herencias lo que nos van a llevar a una “vida plena”. En el fondo es lo mismo que nos dice Jesús: “No acumuléis tesoros en la tierra, donde roen la polilla y la carcoma, donde los ladrones perforan paredes y roban. Acumulad tesoros en el cielo, donde no roen polilla ni carcoma, donde los ladrones no abren brechas ni roban” (Mt 6, 19-20).
Todo esto parece ponernos en guardia ante “las herencias” recibidas tanto por nuestra cultura como por las instituciones a las que pertenecemos. ¿Cuáles de esas herencias recibidas están siendo un obstáculo para nuestra vida? ¿Tenemos capacidad de discernimiento suficiente para desenmascararlas? ¿Somos esclavos de de estas herencias o tenemos la fuerza suficiente como para liberarnos de ellas? Que la oración nos ayude a elaborar estas cuestiones. Un abrazo.
Javier Morala, capuchino.
Muy actual, sin duda. Educados para ser esclavos desde la niñez, somos incapaces de discernir al carcelero.
ResponderEliminar¡Me encanta leerte!