lunes, 16 de diciembre de 2013

NAZARET


   Actualmente es una ciudad como tantas del norte de Palestina y como tantas otras que se ubican a lo largo de toda la tierra: ajetreo de gentes que van a lo suyo, coches, taxis, autobuses y motos que ensordecen la ciudad, mercados abarrotados de mercancías con vendedores que te quieren atrapar como a una mosca en cualquiera de sus múltiples golosinas. Si no te dijeran que estás en Nazaret y no vieras los edificios emblemáticos miles de veces publicitados en periódicos y revistas no la distinguirías fácilmente de otras muchas. Pero tampoco fue importante en el pasado.
   Entonces, ¿por qué es conocida Nazaret? Por una simple familia de tres personas que tampoco llamaron mucho la atención en su tiempo. Hoy se presenta a los turistas la casa de José, donde sin duda tendría su carpintería, pero para sus vecinos no sería nada más que la carpintería de José adonde acudían con sus problemas, sus bromas y sus exigencias para que José les resolviera en un santiamén sus urgencias. La casa de María también se puede ver y no tiene mayores pretensiones que las de sus vecinos… Iría a la fuente a por agua, como todas las demás mujeres, y, como todas las demás mujeres, tendría sobre sí las tareas de toda la casa. Sus vecinos la conocerían como la mujer de José, el carpintero, y la madre de Jesús, ese niño que corretea las calles con los otros niños y que sin saber por qué hace que se fijen en él todas las miradas.
   El niño creció; por un tiempo ocupó el taller de su padre, al fallecer éste, pero pronto abandonó Nazaret, se fue a Cafarnaúm y allí comenzó una nueva vida que le llevó a morir en una cruz, en Jerusalén, condenado por los romanos. Su madre también abandonó Nazaret y ya, prácticamente, no volvió a aparecer por aquí. Sin embargo, pasados más de dos mil años, Nazaret es conocida en todo el mundo por ellos; miles de turistas vienen de todas partes a venerar los restos de sus casas y su taller, y los sabrían distinguir entre millones cuando a duras penas fueron conocidos en su tiempo. ¡Nadie puede calcular la fuerza expansiva y decisiva que puede tener un solo gesto!
Paco Luzón, capuchino

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