Tierra enamorada
¿Recordáis al viajero, el que nos dijo
que él mismo era su camino interminable?
Ha dejado de andar y se ha sentado
con nosotros a hablar de los países
recorridos...
¡Oh, todos eran suyos
pues el amor es el que da la posesión
y nadie puede arrebatarnos
el gozo de mirar lo que sentimos nuestro!
Ha enseñado sus manos como mapas
abiertos y ha contado
hombres, ciudades, ríos, cielos, mares.
Los tenía en los labios cuando hablaba.
Los tenía en sus ojos transformados en luz.
Los tenía en su pecho como un nido interior.
Nunca un hombre tan propio y tan ajeno:
podía ser un árbol, podía ser un ave.
Nuestras eran su cercanía o su distancia,
igual que su palabra o su silencio.
Se ha asomado al balcón.
Ha alzado la mirada hacia los astros
y, la mano en el pecho, ha dicho por tres veces:
¡Oh, tierra, tierra, tierra enamorada!
RAFAEL ALFARO
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