Llevo años leyendo la mítica frase de este II Domingo de Adviento, “no soy digno ni de desatarle la correa de sus sandalias” que sale de labios de Juan el Bautista y esos mismos años sin saber realmente qué es lo que eso significa. Por fin cae en mis manos hace pocos días un comentario al evangelio que lo explica perfectamente. Tal versículo del evangelio hace referencia a la “ley del Levirato”. A continuación os copio la explicación del gran Enrique Martínez Lozano: “Marcos presenta a Jesús como el esposo del nuevo pueblo, de la humanidad. El rito de “desatar la correa de las sandalias” –tal como narra el Libro del Deuteronomio 25,5-10- remite a la “ley del levirato” –del latín “levir”, cuñado-. Según esa ley, cuando moría un hombre casado sin haber dejado descendencia, su hermano debía desposar a la viuda; en el caso de que él se negara, ella, delante de los ancianos del pueblo, “le quitará la sandalia del pie y le escupirá en la cara” (Deut 25,9).
Con ese trasfondo, “no quitarle la sandalia” significa que Jesús está dispuesto a desposar al pueblo. De esta manera, Marcos lo presenta con una de sus imágenes preferidas –lo será también para el cuarto evangelio-: la de novio o esposo. Así como los profetas cantaban a Yhwh, que desposaba al pueblo por amor, Marcos muestra a Jesús como el nuevo esposo del nuevo pueblo”.
Interesante ¿verdad? Vamos ahora de piel hacia dentro. La Ley del Levirato está presente tomando como referencia al Dios que todos llevamos dentro. Seamos de la condición, raza, religión que sea, a todos nos une la esencia de Dios y Él, hagamos lo que hagamos ya firmó para todos los tiempos su unión con el hombre. Nosotros lo que hacemos es vivir de espaldas a esa realidad que ya no hay que conseguir. Por eso, como dice el título que le he puesto hoy al comentario, “El sí de Dios se ha desposado con el hombre”.
Pero esto lleva por parte del hombre un compromiso, preparad el camino, y un lugar, el desierto. Como siempre, la referencia es lo cotidiano lo que todos los días vive el hombre. La Unión de Dios con el hombre no hay que hacerla realidad, ya es. El encuentro consciente de Dios y el hombre sí es parte humana. Hasta que el hombre no se despoja de sus juicios, barreras, miedos, asideros…y allana sus propios senderos, no se entera de lo que puede vivir con Dios y eso se hace en el día a día.
El Adviento es especial para esta experiencia. Antes de darnos cuenta estaremos metidos en la gran marea de las compras y los preparativos. Urge hacer la experiencia de descalzarse, pisar lugar sagrado, que es lo más profundo de nosotros mismos y vivir desde la sinceridad y el desapego. Preparemos lo justo, compremos lo justo y vivamos todo ello desde dentro y con atención. A veces no hay que cambiar mucho nuestros hábitos, pero si la atención e intención que ponemos en ellos.
CLARA LOPEZ RUBIO
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