La palabra “confianza” se ha convertido, hoy en día, en un auténtico talismán. Piden confianza los políticos, la piden los empresarios y, por supuesto, la piden los bancos. Se ve que sin confianza no hay posibilidad de hacer negocio. Pero cuanta más confianza se demanda, más parece escasear.
No se llega a entender que la confianza no es una moneda de cambio ni una herramienta para hacer transacciones. La confianza es un asunto de la interioridad, del corazón, de lo que está en el terreno de lo vivo, de las entretelas del alma. Y si no se baja a ese lugar demandarla es un brindis al sol.
Por eso mismo, quien quisiera situarse en el terreno de la confianza habrá de ser un experto en interioridad, en corazones entreverados, en empatía, en caminos del corazón. Es en ese terreno peculiar del lenguaje del corazón donde se habla el lenguaje de la confianza.
Quizá la comunidad, el grupo, los otros, sea una instancia buena para crecer en confianza. Lo meramente individual, el simple egoísmo constitutivo de la persona no abre puertas a la confianza. Cuanto más nos volvamos a los otros, más posibilidades de que mane la fuente de la confianza.
Habría que hacer apuestas comunes para el logro de la confianza. Y quizá eso se logra empezado a confiar en quien tienes más cerca, en tu ámbito relacional cercano.
Fidel Airzpurúa, capuchino
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