Iba un hombre andando tranquilamente haciendo su camino, y llevaba un sombrero en la cabeza. El Sol y el Viento lo vieron e hicieron una apuesta: a ver quién era el primero que le hacía quitarse el sombrero al caminante. Lo intentó primero el Viento, y para hacerlo empezó a soplar con mucha furia, con ráfagas muy fuertes que movían montañas de nubes y levantaban polvo de la tierra. Con esto pretendía que el sombrero cayera al suelo. Pero el viajero, para proteger su sombrero de la furia del viento, lo cogía bien fuerte con las manos para que no se le escapara. Finalmente, el viento, cansado del esfuerzo, se dio por vencido.
Y entonces entró en acción el Sol. Éste dejó bien al descubierto su rostro dorado y se puso a calentar la tierra con sus rayos. Y al cabo de poco tiempo, el caminante notó tanto calor y empezó a sudar tanto, que se quitó el sombrero para secarse el sudor que le caía por la frente.
Había ganado, pues, aquel que había utilizado los buenos modales, y había perdido el que había usado la violencia y la furia.
En nuestro trato con las personas también se gana mucho más con las formas educadas y amables que con la violencia, la ira, la impaciencia y el nerviosismo. Pensemos cómo es nuestro trato a los demás, y recuerda: “Tratemos a los demás como nos gusta que nos traten a nosotros”.
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